Un intenso debate se ha generado en República Dominicana en torno al Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular que ha sido propuesto por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y cuya firma está prevista para los días 10 y 11 de diciembre en Marruecos. Con el sesgo anti haitiano que tiene un porcentaje importante de la población dominicana, se presume que para República Dominicana la firma de este acuerdo implicaría no solo la pérdida de la soberanía nacional, sino también la legalización de la inmigración de los nacionales haitianos hacia territorio dominicano.
La idea básica de este pacto es, según sus proponentes, “conseguir que la migración funcione para todos”, así como “fomentar la cooperación internacional sobre la migración entre todas las instancias pertinentes, reconociendo que ningún Estado puede abordar la migración en solitario”.
Desde nuestra óptica, sin embargo, este pacto parte de varias premisas falsas. La primera de ellas es que se afirma que la migración “genera prosperidad, innovación y desarrollo sostenible en nuestro mundo globalizado, y que estos efectos positivos pueden optimizarse mejorando la gobernanza de la migración”. Si se parte del pecado original de que los inmigrantes, legales o ilegales, comúnmente están buscando mejor vida, y casi siempre van desde regiones pobres hacia las naciones ricas, no queda claro eso de que genera prosperidad e innovación.
Un ejemplo claro de lo anterior es la caravana de migrantes, fundamentalmente hondureños, que planean entrar a los Estados Unidos de forma insegura, desordenada e irregular, todo lo contrario a lo que plantea el pacto de la ONU. Los centroamericanos huyen de la pobreza, las pandillas, la miseria y la violencia que existe en sus países; no son emprendedores ni llevan conocimientos ni dinero en los bolsillos a donde van. Lo propio sucede con los haitianos, usualmente ilegales, que vienen a suelo dominicano: huyen de la devastación de Haití, de la falta de empleo, escasez de agua y alimentos, de la corrupción gubernamental, entre otras catástrofes. No traen oro ni nada de valor, salvo su fuerza de trabajo.
La ONU, con su pacto migratorio, también obvia las diferencias culturales, económicas, sociales y políticas de las naciones del mundo y sus procesos diferenciados de crecimiento y desarrollo, al tiempo que dibuja un mundo ideal de respecto y atención a los migrantes para construir un mundo mejor, una especie de socialismo migratorio mundial. En el caso dominicano, firmar este acuerdo no contribuiría en nada a resolver los problemas migratorios que tenemos hoy en día, más bien los profundizaría. No firmar este pacto sería, por el contrario, el primer regalo de Navidad que nos podría hacer el gobierno.