Cada vez que se producen situaciones delicadas en la frontera como la reciente retención de dominicanos por parte de ciudadanos haitianos que reclamaban la devolución de unas motocicletas, se retoman las propuestas para el reforzamiento de vigilancia en la zona y la más rebuscada: que se construya un muro en la línea fronteriza.
No hay dudas de que la frontera con Haití carece de patrullaje fronterizo efectivo y constante por parte de las autoridades dominicanas. No basta con unos cuantos cuarteles habitados por apenas dos soldados en turnos alternos.
La línea fronteriza tiene 276 kilómetros de extensión que del lado dominicano tocan cinco provincias: Montecristi, Dajabón, Elías Piña, Independencia y Pedernales.
Esa línea fronteriza fue definida, aunque no como la conocemos actualmente, con el Tratado de Aranjuez firmado por Francia y España el 3 de junio de 1777. Posteriormente, el 21 de enero de 1929 se firmó un nuevo acuerdo, ya entre las dos repúblicas, pues el anterior fue entre las dos naciones colonizadoras, en donde se definió de forma más efectiva la línea fronteriza.
Más adelante, en febrero de 1936, durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina, ambas naciones firmaron un nuevo tratado donde se definió la línea fronteriza tal como la conocemos en la actualidad.
Lo de construir el muro surge como idea para evitar lo que algunos definen como invasión pacífica de haitianos que cruzan la frontera y vienen a establecerse en territorio dominicano.
Sin embargo, en esta columna dejamos entender que el muro no es necesario y lo planteamos así porque en realidad los haitianos que entran al país no lo hacen por zonas de la línea fronteriza sin vigilancia, sino que lo hacen por los puntos fronterizos de entrada y salida que todos conocemos, aquellos donde hay puertas de entrada y que no se pueden cerrar con un muro.
Es decir, el tráfico ilegal de ciudadanos haitianos no se realiza por los montes donde la línea fronteriza es invisible; se realiza por las entradas fronterizas formales.
Los que tienen la idea de que los haitianos entran ilegalmente por los montes para evadir la vigilancia militar, de seguro no conocen o no han recorrido nunca la Carretera Internacional que el autor de esta columna ha cruzado en por lo menos cinco ocasiones, tanto desde el norte como desde el sur.
Si usted recorre esa carretera internacional completa se dará cuenta de que el cruce de un lado a otro para llegar a algún pueblo es prácticamente imposible, las distancias son extremadamente largas, no hay árboles frutales ni posibilidad de alimentos.
Los haitianos que desean venir a República Dominicana utilizan métodos más cómodos, los que ofrecen personas de ambos lados que se dedican al tráfico humano con la complicidad de autoridades de los dos países. Esa es la amarga realidad.
Entonces, si el Gobierno decidiera buscar un dinero (seguro prestado) para construir un muro de 276 kilómetros, no evitará la entrada de los haitianos, porque éstos entran legal e ilegalmente por las mismas puertas fronterizas que conocemos en donde se hacen los mercados binacionales dos veces a la semana de Jimaní, Dajabón, Elías Piña y Pedernales, así como en otros diez puntos de comercio más reducido e informal donde existe presencia militar dominicana y autoridades municipales, pero que, misteriosamente, se permite el ingreso de haitianos indocumentados.
Por eso, en lugar de irse por las ramas y plantear la construcción de un muro, lo que deberían hacer sus promotores es reclamar del Gobierno el desmonte de la mafia que facilita la entrada de haitianos por las puertas fronterizas ya conocidas.
No hay forma de que los dominicanos lleguen ilegalmente a Puerto Rico sin que haya puertorriqueños esperándoles en la isla a cambio de alguna remuneración.
Y tampoco hay forma de que los haitianos lleguen sin que manos dominicanas sean las que estén facilitando su entrada a cambio de dinero y por las vías ya establecidas, no por los montes que se pretende cerrar con un muro, a toda vista totalmente innecesario para los fines de control migratorio que se ha estado predicando desde hace tantos años.