La gestión gubernamental en República Dominicana ha estado caracterizada por acciones que se han hecho costumbre y que, buenas o malas, son coincidentes en los principales partidos políticos que han tenido o tienen posibilidad de alcanzar el poder.
Entre esas características destaca la promoción de la reelección aun en organizaciones políticas que fueron abanderadas de la no reelección presidencial. La idea de seguir en el poder más allá de un período presidencial de cuatro años ha provocado divisiones de partidos y varias modificaciones a la Constitución de la República.
Hay dirigentes políticos tocados por la suerte en determinadas coyunturas, como es el caso del expresidente Leonel Fernández, quien llega al poder en 1996, sale en el 2000 sin posibilidad de reelección, porque la Constitución no lo permitía.
Dos años después, el presidente Hipólito Mejía (2000-2004) hace modificar la Constitución para restablecer la reelección por un período adicional; se lanza a esa aventura y pierde frente a Fernández, quien retorna al poder y encuentra una Constitución acomodada para poder reelegirse en 2008 para gobernar hasta 2012.
En 2010 se establece la gran reforma constitucional en donde el opositor Partido Revolucionario Dominicano (PRD), liderado por Miguel Vargas Maldonado, firma con el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD), liderado por el presidente Fernández, el llamado Pacto de las “Corbatas Azules”, mediante el cual, entre otras cosas, el PRD quiso ser coherente con su principio antirreeleccionista y volvieron a eliminar esa posibilidad en la Carta Magna.
Fernández sale del poder en 2012, asume el peledeísta Danilo Medina, quien para 2015 impulsa una nueva modificación de la Constitución a los fines de reponer la reelección por un período y logra reelegirse en 2016.
Pero como hemos dicho, ese es un vicio que impacta hasta en las organizaciones políticas antirreeleccionistas, como el caso del PRD y su presidente Miguel Vargas Maldonado, que cinco años atrás habían incidido para eliminar la reelección de la Carta Magna y luego se alían a Medina para reelegirlo en 2016, lo cual es una de las más grandes contradicciones políticas expresadas por un dirigente político y el histórico partido bajo su presidencia.
Ahora tenemos una Constitución que permite gobernar por dos períodos consecutivos, pero con un artículo transitorio que evita esa posibilidad al Presidente de turno que motivó esa modificación constitucional.
Ese artículo transitorio impide al presidente Medina buscar la reelección presidencial nuevamente en 2020, por lo que no han faltado los legisladores y seguidores del gobernante que proponer una nueva modificación constitucional, esta vez para eliminar el artículo que lo limita para los fines reeleccionistas.
No es descartable que esas insistencias ganen cuerpo en los próximos meses, más si se toman en cuenta algunos logros importantes que pudiera exhibir el presidente Medina de aquí a marzo de 2019, cuando dijo que se referirá de manera directa al tema de la reelección presidencial.
En caso de que esos aprestos reeleccionistas continúen y que el presidente Medina alcance mayores niveles de popularidad entre finales de este año y principios del próximo, no ha de dudarse que habría intentos por tocar nuevamente, esta vez por ocasión número 40, a la manoseada Constitución dominicana, para los mismos fines.
Pero el presidente Medina debe tener cuidado y ser muy cauteloso al respecto, ya que en principio la experiencia indica que en América Latina tres período consecutivos no han sido exitosos y en ocasiones el tercero ha terminado antes de concluir el período gubernamental.
Lo segundo es que ya Medina logró su primera reelección modificando la Constitución dominicana única y exclusivamente para esos fines.
Se vería feo, por no decir algo peor, que el presidente Medina vuelva a modificar la Constitución para lo mismo, pues gane o no la reelección, pasaría a la historia como el mandatario que modificó la Carta Magna dos veces para beneficiarse de manera particular con la reelección y no por ningún acto de interés colectivo.
Lo ideal es que, si se tiene ese plan, todo el proceso se desarrolle, en apariencia, al margen de Medina, para que no se vea él directamente como el que mueva esas teclas. Aun así, sería algo crítico, pero no descartable.