No hay duda de que la deuda pública dominicana es alta. El presidente Danilo Medina, sin tapujo, lo ha reconocido. Sin embargo, el ministro de Hacienda, Donald Guerrero, llama a la ciudadanía a tener confianza en el manejo de la deuda, tras reiterar que es un “endeudamiento manejable”.
¿Qué es manejable? ¿Hasta cuándo será manejable? ¿Habrá que esperar a que sea inmanejable para tomar alguna decisión al respecto? ¿Qué decían las agencias clasificadoras de riesgo sobre las entidades financieras que en 2008 se fueron “a pique” en Estados Unidos? Son las mismas firmas que hoy dicen que invertir en bonos dominicanos es “seguro”, aunque en la tabla de calificación hay cercanía con la línea de alto riesgo.
El legendario economista estadounidense Alan Greenspan visitó República Dominicana en 2013. Lo hizo a casi siete años de haber dejado la Reserva Federal, entidad que dirigió por 19 años. Su “astucia” e “inteligencia” para mantener bajo control los principales indicadores macroeconómicos le merecieron reconocimientos. Sin embargo, hubo expertos, incluyendo economistas de renombre, que le achacaron la culpa de haber tapado (o contenido) la crisis que se veía venir sobre la economía de su país y, por consiguiente, en el resto del mundo.
Sobre la economía dominicana, Alan Greenspan abordó varios temas, pero el principal fue el consejo de mantener una política de endeudamiento por debajo del 20%, criterio que también comparte la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), entre otras opiniones autorizadas. Lo más justo es tomar esta reflexión hecha a los hacedores de nuestra política económica.
Algo que no se ha visto es que una política de endeudamiento debería ser acompañada por un control en el déficit público que no sobrepase –y así lo consideran algunos economistas– un 3% con relación al producto interno bruto, en ambas situaciones, lo cual, en términos relativos, se ha ido cumplimiento. En términos absolutos, por supuesto, la realidad es otra.
Para hacerle caso a Greenspan, en el caso dominicano, ya es tarde. Nuestra deuda pública, con relación al PIB, está en el 50%. Y si sé es optimista, quizá no sea tarde para “ablandar habichuelas”, pero temo que con cada día que pasa el escenario se vuelve más difícil para evitar que se quemen.