Una revisión del comportamiento de la deuda pública dominicana lleva a la conclusión de que esta ha sido el resultado de una complicidad histórica entre gobiernos y Congreso Nacional. Más aún, en la historia de la deuda hay envueltas irresponsabilidades gubernamentales e incapacidad de ver el futuro de la nación, y de actuar en consecuencia. Por tal razón, cada empréstito internacional y cada emisión de bonos soberanos, avalados en cada etapa de la economía dominicana por una parte importante de diputados y senadores, tenía la certeza de que lo pagarían las nuevas generaciones. Y así hemos venido desde Báez, Santana, Lilís, Horacio Vásquez y Balaguer, hasta nuestros días.
El pago parcial de la deuda externa dominicana por parte de Trujillo, parece ser el único punto de inflexión que recoge la historia económica del país que indique la intención de disminuir dicha deuda, aunque todos saben la cantidad de sangre y martirio que se tuvo que pagar. Concomitantemente, pareciera que nunca el país ha disfrutado de una época de bonanza que no haya sido construida a partir de la consecución de préstamos de factura extranjera y, muy por el contrario, se denota que muchos de dichos préstamos o se tomaron para pagar deuda anterior, o para revitalizar una economía en franco deterioro.
Por ejemplo, se recoge en la historia un empréstito de 700,000 dólares tomados por el presidente Lilís en 1888, el cual abrió la compuerta de la deuda, sin que se haya parado al día de hoy. En 1905, según las fuentes consultadas, la deuda pública se estimaba en alrededor de 40 millones de dólares, situación que condujo a un Plan de Ajuste lográndose redefinirla en 17 millones de dólares. Para salvar esta situación, se acudió a un nuevo empréstito por 20 millones de dólares norteamericanos, saldándose dicha deuda y dejando algo para la inversión. Como se comprueba, hemos venido de crisis en crisis, de parche en parche y de deuda en deuda, sin que ningún gobierno haya repasado en la necesidad de ajustar las cuentas fiscales por el lado del gasto.
La novedad de la deuda consolidada de hoy en día, es que incluye una deuda del Banco Central, que también es el resultado de una crisis económica y financiera, con lo que se reconfirma lo que dice la historia. Lo que preocupa, sin embargo, es que continuamos viviendo como un país rico, de ciudadanos opulentos y un gobierno que aspira a realizar cada vez más obras, aunque no tenga un centavo. Pensamos que todo lo vamos a resolver endeudándonos, total, si eso lo pagarán las nuevas generaciones. Y ese es uno de nuestros pecados originales.