A principios de la década de 1980, las lluvias de algunas temporadas se prolongaban por semanas. El río Tireo, que rugía entre piedras, aumentaba su limpio caudal. Cansada de la inmovilidad que le imponía el frío, la humedad y el lodazal de los caminos, doña Chicha aprovechaba cualquier descuido de las nubes, un pequeño respiro de los aguaceros, para sacar al patio de su casa un tizón de cuaba. Entonces, bajo un cielo nublado, danzaba alrededor de la llama y el humo, clamando, una y otra vez: “San Pascual Bailón, yo te bailo un son… quita el agua y pon el sol…”.
Pero esa etapa quedó sepultada con el desmonte de los bosques para una agricultura que se expandió de los llanos hacia las montañas. Hasta la semana pasada, los labradores del valle hacían malabares para aprovechar en sus sembradíos al moribundo río de Tireo, en donde el servicio de agua potable se volvió racionalizado e intermitente desde hace varios años. Sus agricultores llevan meses con las miradas en las nubes, ansiando la llegada de las lluvias, como personajes que ensayan plegarias a las Ánimas del Purgatorio para que sacien la sed de sus cultivos en la puesta en escena del cuento de Juan Bosch “Dos pesos de agua”.
“En el valle Tireo tenemos pocas lluvias desde febrero, mientras en otras zonas de Constanza se han producido aguaceros. Nadie ha explicado por qué, pero sabemos de la gran deforestación de Cruz de Cuaba, donde nace el río Tireo, que está muerto desde hace años; por eso su poca agua nunca baja limpia a la presa Pinalito, llueva o no llueva”, lamenta María Mena, del Consejo Ambiental de Constanza.
“Y parece que se pondrá peor”, deplora, en referencia a las advertencias del Gobierno sobre una racionalización del agua para el cultivo y para el consumo humano, debido a que la isla Santo Domingo entró a otra época de sequía. El 13 de agosto, el presidente Danilo Medina trató el tema en el Palacio Nacional con una comisión de la que formaron parte el ministro de Agricultura, Osmar Benítez, así como Gloria Ceballos, de la Oficina Nacional de Meteorología (Onamet), y Olgo Fernández, del Instituto Dominicano de Recursos Hidráulicos (Indrhi), el geólogo Osiris de León y el meteorólogo Antonio Cocco Quezada.
Benítez lo dijo sin rodeos: Las proyecciones apuntan a que la isla Santo Domingo entra en “una fase de sequía”. “Tenemos sequía, ya evidente, en la zona del bajo Yaque, la costa Norte, en San Juan… y los niveles del agua del embalse de Rincón”.
También en el Sur. Los medios informativos recogen denuncias del Grupo Jaragua sobre la destrucción del bosque nublado que capta humedad de las nubes en Sierra Bahoruco, en la frontera con Haití. Los desmontes, motivados por fabricantes de carbón vegetal o por propietarios de plantaciones de papa, cebolla y aguacate, agudizan la escasez del agua que consumen los habitantes en poblados como Pedernales y su vecino haitiano Anse-à-Pitre, lo cual agudiza la sequía que afecta a toda la zona.
El río El Mulito se esconde por trayecto a la sequía y ya entre los habitantes de Mencía hay quienes se plantean, como lo testifica un audiovisual difundido a través de Facebook por Carlos Julio Féliz, subir a su parte alta con una procesión que ruegue a las deidades intervenir ante el clima por los aguaceros, igual que en el cuento de Juan Bosch cuyos personajes desatan el llanto imparable de las nubes. “En cierto tiempo, el río subterráneo se escapa. Hemos tenido nosotros que ir a la cuenca a hacer procesiones para que venga la lluvia, porque hay diferentes lugares que el río deja de correr porque se va subterráneamente”, declara Adolfina Nin.
En el Sureste, según los registros de la Onamet, las lluvias disminuyeron en -36.6% en enero de este año, al comparar las precipitaciones con las caídas en ese mismo mes en otros años. En febrero y marzo aumentaron en un 296.0% y un 57.9%, pero en abril cayeron en -48.5%. En mayo y junio mejoró y las lluvias aumentaron en un 1.2% y un 20.0%, pero en julio y agosto cayeron en un -44.0% y un -30.6%.
Los registros de las precipitaciones en Pedernales y en zonas del país llevan a las autoridades a diagnosticar una etapa de escasez de lluvias y de agua. En la reunión con el presidente Medina, el geólogo Osiris de León recordó que los ministros de agricultura del Sistema de Integración Centroamericana advierten de una “aguda sequía” en los países de la región.
Destacó que en San Juan de la Maguana la falta de lluvias llevó a la represa Sabaneta a estar en la cota 621 msnm, pese a que su máxima operacional ronda la 644 msnm, lo que obliga a restringir la siembra de arroz, maíz y habichuelas. Mientras en la Línea Noroeste la agricultura y la ganadería “son severamente afectadas por la falta de agua”.
De Léon recordó los efectos del cambio climático y que, aunque las temperaturas en la superficie del océano Pacífico varían entre 0.5 grados Celsius por debajo o por encima de lo normal, para el final de este año 2018 se espera “un período moderado” de El Niño y para 2019 será “intenso”, “lo que implicaría proyecciones de agudización de las sequías para toda nuestra región del Caribe”.
Sostuvo que “República Dominicana es uno de los países en el Caribe con mayores riesgos de ser afectados por sequías extremas, escasez de agua potable, reducción de la producción de alimentos e impactos negativos en la economía”. “Para finales de este 2018 tendremos una sequía muy acentuada, la cual continuará agravándose durante el próximo año, siendo necesario adoptar medidas para amortiguar sus efectos, como desincentivar el riego por inundación, promover el riego por goteo y educar sobre el ahorro del agua”, dijo el asesor científico del Poder Ejecutivo en Geociencias, Sismicidad y Prevención de Desastres.
Un déficit pluviométrico
En su informe al presidente Medina, el Departamento de Hidrología del Indrhi, que encabeza el ingeniero Israel Acosta, recuerda que “no es una novedad” en República Dominicana la afectación de sequías en sus diferentes categorías (meteorológicas, hidrológicas, agrícolas y socio-económicas).
Sin embargo, sigue: “Lo que sí ha venido a ser novedad es que los eventos del fenómeno sequía han sido frecuentes en relación a otras épocas en la misma región del Caribe. Por ejemplo, recientemente se han manifestado eventos de sequías tanto meteorológicas como hidrológicas en el 2009-2010, mediados 2014 al primer cuatrimestre del 2016 y ha empezado a manifestarse una situación de déficit pluviométrico y de estiaje desde marzo 2018 que ha permanecido o ha sido persistente hasta el momento actual, finalizado agosto”.
El Indrhi advierte que el bajo almacenamiento en los embalses del país empeora ante una “mínima” actividad de ciclones tropicales en el Atlántico y el Caribe y que las proyecciones apuntan a “una temporada de huracanes por debajo de la media”. “Pero lo más crítico a considerar es que la acumulación de energía en el océano Atlántico ha disminuido para la formación de ciclones”, dice.
De León insiste en que aunque los huracanes y tormentas siempre aportan lluvias, “las aguas represadas deben ser bien administradas”. Su aprovechamiento, como recurso indispensable para la producción y el consumo humano, supone —sin importar su escasez en sequía o su abundancia por el paso de fenómenos atmósfericos— un reto para las autoridades y para toda la población.
Al momento de elaborar el informe que el Indrhi presentó en el Palacio, se registraban más de 45 formaciones de ondas tropicales y siete tormentas nombradas, incluyendo a Gordon y Florence. “Pero algunas ondas que se movieron por el Caribe hacia el oeste, cerca o sobre nuestro territorio, han dejado algunas lluvias que en su mayoría no han sido registradas sobre la Cordillera Central, que es donde están las principales cuencas reguladas de República Dominicana”. Cayeron en provincias del litoral costero, Atlántico o Caribe, y en la parte baja o media de las regiones Sureste, NorCentral, Noreste, Este y Suroeste.
Aunque el Indrhi destaca que sin esas lluvias la condición de sequía fuese “mucho más crítica” para todo el territorio, desde mayo hasta agosto, los desvíos del promedio de caudal diario de entrada a cada embalse principal del país son negativos, lo cual explica el estiaje de escurrimiento superficial.
“La cuenca del río Nizao, que es regulada por el complejo Jigüey-Aguacate-Valdesia-Las Barías, es el único del país que actualmente muestra condiciones de escurrimiento dentro de lo normal, como caudal promedio diario de entrada a Jigüey”, dice. Recuerda que en la Sala del Observatorio del Agua del pasado 18 de julio, el Departamento de Hidrología del Indhri incluyó en sus previsiones: condiciones climáticas estacional esperada seca: por debajo de la media normal (<40%), condición de sequía hidrológica fuerte en la cuenca del río San Juan (Sabaneta), condición sequía débil en cuenca de río Yaque del Sur (Sabana Yegua) y condición deficitaria de escurrimiento en cuenca de río Jima (Rincón).
El pronóstico trimestral climático (IRI) muestra posibles valores de precipitaciones por debajo de la normal en rango de 30%-45%. “Por lo tanto, en cuencas ya deficitarias podría agravar la satisfacción de la demanda de cultivos y otros, los próximos 30 días”, sostiene el Indhri. “Solo, la incidencia de afectación de un ciclón tropical o del paso de ondas tropicales activas, podrían atenuar condiciones o modificar pronóstico”, vaticina al interpretar, con recursos técnicos, patrones en el clima ajenos a las creencias que movían a doña Chicha.
Hace tres décadas en el valle Tireo las lluvias diluviales eran comunes. Fuera de las temporadas de aguaceros, el clima se mostraba tan benévolo que doña Chicha se veía obligada a recurrir a su plegaria una y otra vez, recuerda María de Jesús: Íbamos a lavar al río con bateas y ella prendía una cuaba en el patio, colocaba un pedazo de jabón debajo de una piedra y bailaba y rogaba a San Pascual que le permitiera sol suficiente para secar sus ropas: “San Pascual Bailón, yo te bailo un son…/ San Pascual Bailón, yo te bailo un…”.
Cuidar fuentes de agua
El meteorólogo Antonio Cocco Quezada dice que, aunque los valores de las precipitaciones no muestran cambios drásticos, República Dominicana padecerá escasez de agua debido a la destrucción del bosque nublado que capta la humedad de las nubes en zonas como Constanza, Valle Nuevo o Sierra Bahoruco.
“Todos debemos cuidar las cuencas, porque estamos haciendo los peores destrozos, que es talando el bosque que capta el agua en las cordilleras alimentan a los ríos. Están mermando sus caudales y dentro de 10 o 15 años no vamos a tener esa disponibilidad, producto de la destrucción de los bosques nublados”, dice.
Cambio climático
“El cambio climático es una realidad que ya se expresa en forma de: aumento de las temperaturas, sequía extremas, reducción de disponibilidad de agua, reducción de producción de alimentos, desertificación y aumento de tormentas y huracanes”, asegura el geólogo Osiris de León, quien funge como asesor del Poder Ejecutivo en materia del manejo del recurso agua.