Samaná esconde tesoros naturales que posibilitan a sus habitantes recibir ingresos de la actividad turística. Uno de esos lugares se encuentra en Playa Rincón, por donde desemboca el río Caño Frío.
—Mire, ese río depende de la marea. Cuando sube, el agua del caño sube —dice un comerciante que se gana la vida vendiendo pescado frito a los turistas.
Al parecer no nota que las partes cercanas al río son manglares que se están secando y que, al parecer, están siendo drenados. Un terreno que era cenagoso, pero en donde en estos días se nota la falta de agua, lo cual se evidencia en las eneas que empiezan a morir.
“El manantial Caño Frío está llamado a desaparecer, porque toda el área de su cabecera fue sacada del Parque Nacional Cabo Cabrón y ahora es presa del conuquismo itinerante”, advierte el ecologista Eleuterio Martínez. En la parte más altas del farallón de Rincón ya se observan espacios despoblados de cocoteros y, en algunos puntos, incluso quemados por incendios forestales.
La pregunta es por qué, si la comunidad de Rincón se beneficia de atraer a turistas, nacionales y extranjeros, no dedica esfuerzos a cuidar sus grandes atractivos, como Playa Rincón y Caño Frío, cuya supervivencia depende de los manglares y de una vegetación abundante en la parte alta del farallón.
En la carretera Samaná-Rincón también se notan desmontes recientes de cocoteros para dar paso a una agricultura intensiva de yautía. Otra zona de República Dominicana en donde los ciudadanos no toman en cuenta la necesidad de preservar los recursos ambientales para garantizar su supervivencia y mantener sus fuentes de ingresos.