[dropcap]L[/dropcap]a quiebra del Banco Peravia, indefectiblemente, trajo a la mente de los dominicanos la amarga experiencia que vivió el país con la crisis bancaria de 2003, en la que tres entidades financieras: Baninter, Bancrédito y Mercantil marcaron un período de triste recordación en la historia dominicana.
Sin lugar a duda que esa experiencia, primero, puso a pruebas la capacidad de resistencia, paciencia y fe de los dominicanos y, segundo, dejó una lección a todo el sistema en el sentido de que la banca es una negocio que se maneja sobre la base de la confianza y la prudencia.
Con anterioridad a la crisis bancaria de 2003, que representó un golpe de aproximadamente RD$89,000 millones, equivalentes a US$4,900 millones, ya el país conocía de otras experiencias amargas. Las quiebras del Banco Universal, Bancomercio y Banco de los Trabajadores son sólo algunos de estos casos.
Por suerte, la quiebra del Banco Peravia no tiene el peso como para poner a temblar la economía, pues sus activos apenas significan alrededor del 0.18% del sistema. De hecho, a junio de este año sus activos eran de alrededor de RD$2,076 millones.
Aunque el tamaño de este banco no es significativo para nuestro sistema financiera sí deja una lección: hay serias debilidades en la supervisión bancaria y se nota que las autoridades, a juzgar por lo que sucedió con esta entidad, están durmiendo en los laureles y olvidándose de sus responsabilidades ante el país. Esta experiencia envía una señal que no pudiera ser grata para los inversionistas.
República Dominicana está obligada a tener y presentar ante el mundo no sólo un sistema bancario fuerte, que de hecho lo es, sino también instituciones que jueguen su papel de rectores y vigilantes, pues de esa forma se da garantías a todo aquel que viene a nuestro país a generar bienestar.
La Superintendencia de Bancos es la que queda mal parada en medio de este escándalo de quiebra del Banco Peravia, y peor si tenía conocimiento de las debilidades que arrastraba esta entidad desde hace más de un año. Además, los organismos de seguridad o de investigación del Estado deben corroborar muy bien quiénes invierten en el sistema financiero, pues por debilidades como las que sucedieron con el Banco Peravia paga todo un sistema bancario que ha demostrado ser prudente, confiable y seguro.
Mantener los ojos bien abiertos no sólo es una obligación que compete a los funcionarios encargados de monitorear el sistema financiero dominicano, también es un compromiso que asumen cuando aceptan esa gran responsabilidad. De su gestión dependen muchas cosas en materia de credibilidad y estabilidad económica.