La Fundación Tropigas ha dado un ejemplo: adquirió dos barcos recolectores de lilas y desechos que desde ya hacen una labor invaluable en los ríos Ozama e Isabela. Este tipo de acciones empresariales son las que deberían ser imitadas por otros dominicanos.
Con total convencimiento esta entidad, que forma parte del Grupo MARTÍ, es digna de un gran aplauso por la sociedad, especialmente en estos días en que la misma naturaleza se ha encargado de recordarnos lo injusto que hemos sido con ella.
Con esfuerzos como éste, proveniente del sector privado consciente de la gran responsabilidad que tiene ante la sociedad, República Dominicana podría encaminarse a ser una sociedad más limpia, ordenada y respetuosa de los recursos naturales.
Los ríos Ozama e Isabela deberían ser todo lo contrario a lo que son hoy. En vez de haber sido convertidos (por nosotros) en chiqueros, cloacas y depósitos de cualquier cosa imaginable, en esta área de la capital, colindante con la provincia Santo Domingo, deberían existir edificios de apartamentos, torres de negocios, hoteles, restaurantes, áreas verdes para esparcimiento y emprendimientos generadores de riquezas.
Esta zona de la capital, que debería ser el orgullo de la Ciudad Primada de América, es hoy una vergüenza. Este panorama, por supuesto, no se fragua de la noche a la mañana; la responsabilidad está en quienes han tenido “el honor” de dirigir el Estado, que han permitido el desorden todo por no asumir el costo político.
Gracias a la Fundación Tropigas se ha despertado un nuevo sentido de conciencia respecto a la importancia de cuidar esta zona, dándole valor y respetando a todos los que residen en estas riberas.
Apuesto a que iniciativas como éstas sean cada vez más frecuentes, pues al mismo tiempo se creará conciencia en quienes habitan a ambos lados de que no deben tirar la basura al río, pues eso los mata a ellos y aniquila la posibilidad de que seamos una sociedad desarrollada.