Una parte importante de los que están leyendo este artículo en este momento, realizaron sus estudios en la UASD, incluyendo a quien suscribe. Por eso, todos tenemos una aspiración legítima de que con la juramentación de la maestra Emma Polanco al frente de esa alta casa de estudios, se escriba una nueva y mejor historia. De hecho, y sin exagerar, entendemos que esta es una oportunidad de oro para que esta Alma Máter se convierta en lo que Julio Sánchez Maríñez, rector del Isfodosu, denomina la carta de presentación del país.
Se reconoce, sin embargo, que el camino hacia una gestión universitaria de alta calidad no será sencillo, pues la cultura uasdiana de defensa de su territorio, pesa mucho al momento de pensar en las transformaciones institucionales que son necesarias, y que deben venir desde dentro de la universidad, tal y como plantea el profesor Miguel Escala.
Pero el momento es ahora y el país completo está conteste con ese planteamiento. Las reformas en la UASD constituyen una prioridad, y los cerca de 200,000 estudiantes que tiene lo agradecerán. De ahí que, se plantean una serie de retos inmediatos que tienen las nuevas autoridades, de cara a enviar una señal de las intenciones transformadoras. El primer reto es la Gobernanza de la institución, lo que implica la necesidad de compatibilizar los intereses colectivos con los intereses de los diferentes grupos que accionan en importante recinto universitario. A la par con lo anterior, es imprescindible sacar la política de la universidad, con lo cual se eliminaría el clientelismo interno.
Otro reto fundamental es colocar a los estudiantes uasdianos en el centro del debate universitario, y que todas las acciones y medidas que se tomen, sea pensando en la calidad de los aprendizajes, y en la posibilidad de dar respuestas a las demandas de los sectores productivos y, obviamente, del mercado laboral. Otro reto fundamental es lograr la descentralización de la UASD, planteamiento acuñado por Juan Ariel Jiménez, viceministro de la Presidencia, de modo que la gestión universitaria se haga mirando las diferencias regionales existentes.
Por último, se apuesta a que haya una reconciliación definitiva entre la UASD y el Gobierno, la cual deberá estar sustentada en planes de desarrollo y en programas, proyectos e iniciativas específicas que agreguen valor a la academia. De esto debe surgir una visión de futuro de la UASD que sea coincidente con la Estrategia Nacional de Desarrollo. Una universidad transparente, con autonomía responsable y rendición de cuentas, es perfectamente posible y factible.