Emma Polanco ganó la rectoría de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), convirtiéndose, de esta manera, en la primera mujer en presidir la más antigua casa de altos estudios de América.
Las expectativas respecto a su gestión rebosan cualquier pronóstico, lo que, indefectiblemente, también se convierte en un reto suyo y de quienes le acompañarán en este capítulo de la historia. ¿Por qué? Cualquier decepción será siempre en la misma proporción a lo que se espera.
Polanco llega a la rectoría de la UASD bajo las mismas condiciones que lo han hecho sus antecesores: con el apoyo de partidos políticos. Habría que estar en los zapatos de un aspirante para saber si existe la posibilidad de ganar sin contar con la influencia partidaria. ¿Volverán los tiempos en que sólo la meritocracia determinaba quien presidiría nuestra universidad?
¿Qué podemos esperar? ¿Lo mismo de antes (y de ahora)? Roguemos para que no sea peor. ¿Cuándo sacaremos la política partidaria de nuestra Alma Máter?
Y si por apoyo partidario era, daba igual que ganara el otro candidato. Daba igual. Las buenas intenciones de la nueva rectora (y sé que las tiene) no serán suficientes para sanear nuestra amada universidad. Ella está comprometida, por no decir obligada, a responder sus promesas más serias, que no son justamente las que hizo a los lectores.
¿De quién se rodeará Polanco? ¿Cómo cumplirá con los “amarres de campaña” para alcanzar la máxima posición de esta casa de altos estudios? Ella hace historia por ser la primera mujer en esta posición, pero su verdadero legado será si ejecuta, sin contemplación, una profilaxis sin mirar a quien. Que se cuide, mañana, de quienes ayer le dieron su apoyo. Ahí, por sus acciones, podrían estar sus principales enemigos. Paz al alma de la meritocracia.
Lo que jamás haré será perder la fe en que las buenas intenciones y las acciones positivas prevalecerán. ¿Apostamos?