Comenzó la temporada ciclónica. Antes de iniciar oficialmente su llegada, se estrenó con Alberto, una tormenta que estuvo de visita por México, con algunas noticias desagradables. Los organismos responsables de la dirección para su mitigación han establecido una cifra nada alentadora de eventos que podrían visitarnos con fuerzas suficiente para preocuparnos.
Nuestro país tiene cerca una gran lección como la que acaban de sufrir nuestros hermanos puertorriqueños, con más de 4,600 muertos por causa del huracán María, que castigó por varias horas al pequeño territorio de apenas 9 mil kilómetros cuadrados, y las pérdidas económicas, según su gobernador, por los US$30,000 millones.
En República Dominicana hay una gran desventaja en cuanto a seguros, ya que la penetración es muy baja. Mientras más vulnerables son los dominicanos, menos recursos y conciencia tienen para mantener programas de seguros con lo que puedan mantener sus niveles de ingresos y productividad después de sufrir las consecuencias de un fuerte ciclón.
Del Estado dominicano podemos decir que, en igual proporción, es muy poco lo que tiene asegurado, y menos aquellas pérdidas que afectan a grandes comunidades, donde necesariamente tiene que acudir y buscar recursos para mitigar los efectos devastadores de las tormentas, inundaciones y ciclones cada año.
Como hemos dicho en muchas ocasiones, las primas de los seguros no podemos verlas como un gasto, son parte de la inversión necesaria para restablecer la producción y se convierten en un ahorro productivo mientras llegan las pérdidas; invertido como son las reservas obligatorias en instrumentos preestablecido por la Ley de Seguros, más las divisas que por pago de reaseguradores llegan para completar las indemnizaciones de las pérdidas. Así podemos librarnos de una gran quiebra en caso de un fenómeno como María.
Nuestro mercado asegurador tiene mucha fortaleza, y en sentido general está en las mejores condiciones de soportar cualquier incremento en la conciencia ciudadana para proteger sus bienes. Tienen los productos que necesita el mercado para cubrir todo tipo de pérdidas, por lo que la ciudadanía debe procurar tener las coberturas convenientes para garantizar la continuidad de sus bienes y productividad luego de sufrir las consecuencias.
Por otra parte, el Estado puede acudir a los nuevos instrumentos que se han diseñado para los gobiernos, como son las coberturas paramétricas, que son muy bien aplicadas a las pérdidas sociales donde el gobierno debe acudir con ayuda económica que la mayoría de las veces no tiene. Estas coberturas, como lo dice su nombre, se implementan sobre la base de parámetros, medición de los fenómenos; o sea, se cubren las pérdidas a partir de cualquier fuerza o categoría del ciclón o terremoto, a partir de tantos milímetros de aguas… Y las primas a pagar van a depender de los montos a cubrir, de los deducibles o del tamaño de la región.
Esta modalidad de cobertura también la pueden asumir las asociaciones, como las hoteleras. En conjunto podrían protegerse de la falta de turistas aun sin recibir daños, por las causas que ellos determinen pueden ocasionar pérdidas cuantiosas a su sector.
No todas las pérdidas se pueden asumir, ni reducir, ni evitar. Y cuando esto es así, solo le queda transferir las pérdidas al mercado asegurador, que por una suma muy inferior establecida porcentualmente a los límites cubiertos, le dará la seguridad y garantía de que sus bienes serán restablecidos en tiempo y condiciones convenientes.
Tenemos fe en que los jugadores cuentan con un árbitro que los mantiene cumpliendo la ley, para evitar la quiebra y la falta de pago a los afiliados, si no pregúntenle a la Superintendencia de Seguros.