Richard Thaler, ganador del Premio Nobel de Economía en el 2017, ha basado sus estudios en la economía del comportamiento, es decir, en determinar los diferentes factores que conducen a los individuos a tomar decisiones, la mayoría de ellas económicas y con impacto sobre el futuro de la gente.
Por mucho tiempo los economistas aprendimos que los agentes económicos eran racionales, lo que implicaba que sus decisiones estaban basadas en la satisfacción que lograban al consumir una determinada cantidad de bienes y servicios. Con Thaler, quien se sustenta básicamente en la psicología, la sociología y la antropología, los seres no son tan racionales al momento de decidir, pues existen sesgos y “empujoncitos sutiles” que afectan estas decisiones.
Desde esta óptica, y entendiendo que los individuos, según esta teoría, son predeciblemente irracionales, el estudio de su comportamiento puede llevar al diseño de políticas públicas, básicamente en el sector fiscal. Así, se pueden estudiar cuáles estímulos pueden conducir a un ciudadano a tomar decisiones que impacten su salud, la forma en que se vincula con el medio ambiente, el comportamiento frente a sus obligaciones impositivas, entre otros, haciendo también que las políticas públicas implementadas sean más efectivas, de menores costos y de incidencia en una mayor cantidad de personas.
Como la economía del comportamiento vincula a todos los individuos de una sociedad, también sería bueno estudiar los factores emocionales que conducen a los políticos a tomar determinadas decisiones que afectan a los votantes como, por ejemplo, de si las primarias de los partidos políticos deberán ser abiertas o cerradas, y si estas deben ser celebradas en un mismo día y con el Padrón de la Junta Central Electoral.
Al igual que en la economía del comportamiento, toda acción de los que están llamados a decidir la forma en que los partidos políticos elegirán a sus candidatos para las elecciones del 2020, tiene efectos sobre el presupuesto público y la política fiscal. Según las estimaciones, se tendrían que dedicar alrededor de RD$6,000 millones a este proceso, recursos que muy bien podrían dedicarse a resolver los profundos problemas de salud que sufre la población dominicana.
Pero como los políticos son también “predeciblemente irracionales”, es probable que estos se vean “estimulados” más por “pequeños empujoncitos económicos” que por los intereses de los ciudadanos a los que dicen representar. Es la misma historia de siempre, así que no nos hagamos ilusiones de que eso va a cambiar en algún momento en el país dominicano.