El 11 de abril de 2018, el directorio ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) concluyó la consulta del Artículo IV con República Dominicana, en la que consideró y respaldó la evaluación del personal técnico enviado al país. Fue un análisis certero de la realidad económica del que se desprendieron algunas sugerencias puntuales. Detrás de todo esto, en todo caso, hay señales que no se pueden obviar.
Como siempre, el organismo multilateral hace un reconocimiento de los fundamentos macroeconómicos y el manejo que le dan las autoridades. En el caso dominicano, como es de esperar, ha sido positivo, pues, afortunadamente, el país ha sido lo suficientemente responsable, a través de la Autoridad Monetaria, para enfrentar los desajustes.
El primer señalamiento tiene que ver con que después de tres años de fuerte expansión, la economía se moderó hasta acercarse a su nivel potencial. La referencia es que creció 4.6% en 2017 luego de haber mantenido un promedio de 7.1% entre 2014 y 2016.
Como positivo, a manera de reconocimiento del buen manejo de la economía, el FMI destaca que una política monetaria más acomodaticia y un repunte de la actividad después de los huracanes contribuyeron a una fuerte recuperación en el último trimestre del año. En ese orden, señala que los mercados laborales continuaron mejorando con la recuperación del empleo y los salarios reales en los últimos dos años, además de que la inflación general retornó al rango meta del Banco Central de 4%+/_1% y la posición externa se fortaleció significativamente.
El Fondo tiene esperanzas de que la flexibilización monetaria de mediados de 2017 respalde una recuperación continua de la actividad económica en este año. Al mismo tiempo, aunque no lo hace a manera de sugerencia, se prevé que tasas de interés activas más bajas y el dinamismo en el crédito luego de las medidas expansivas, junto a mayores salarios reales y empleo, continúen apoyando la demanda interna.
Al aceptar la evaluación de los técnicos, el directorio del FMI considera que el panorama económico general sigue siendo positivo, aunque también observa que persisten los riesgos, especialmente por precios más altos del petróleo, una demanda externa más débil de lo previsto y unas condiciones financieras mundiales más restrictivas de lo anticipado.
En este contexto, indica el Fondo, el principal desafío será incrementar la capacidad de resiliencia ante estos riesgos, mediante el fortalecimiento de los amortiguadores de políticas, impulsando las reformas estructurales y reduciendo aún más la pobreza y la desigualdad.
Y es justo en la sugerencia de ajustes fuertes o profundos que hace el Fondo, donde está la mayor preocupación de los sectores productivos. La reforma al sistema tributario se ha planteado desde la formulación de la Estrategia Nacional de Desarrollo. Sin embargo, a nada concreto se ha llegado. En este trayecto sólo han surgido parches que en nada soluciona el problema estructural.
El FMI vuelve a insistir, y es como cuando los padres llaman varias veces la atención a sus hijos advirtiéndoles del peligro de infringir una regla, que es urgente reformar el entramado tributario, ampliando la base impositiva. En este proceso, por supuesto, surge como sugerencia la racionalización de incentivos y exenciones fiscales.
Sin embargo, en lo que sí hace énfasis es lo necesario de simplificar el sistema impositivo y racionalizar los gastos ineficientes, mientras se prioriza el espacio fiscal para aumentar la inversión pública y el gasto social en protección de los más vulnerables. Son sugerencias, pero parecen válidas. ¿Qué dirán las autoridades?