¿Y ahora qué? ¿Qué sigue aquí en República Dominicana? Así empezaba una reunión con analistas e inversionistas internacionales a finales de febrero. Sin duda algunos gestores de fondos extranjeros son muy conscientes que la historia dominicana de alto crecimiento y altas tasas de interés reales ya no luce tan interesante.
El crecimiento de la actividad económica ya venía ralentizándose en los últimos 3 años, pero el segundo trimestre de 2017 encendió más de una alerta entre los analistas macroeconómicos que ponen sus miras en República Dominicana. Las cifras en algunos de los sectores más importantes del modelo económico de los últimos años fueron recesivas y las agregadas cayeron de manera significativa.
Adicionalmente, la impronta entrada en vigencia de la Ley 155-17 contra el lavado de activos sin un proceso de transición en su implementación mejor diseñado, la estrategia de fiscalización del comercio y el sector servicios seguida por la nueva administración tributaria, la falta de acciones significativas en el caso Odebrecht, la poca voluntad política de enfrentar las vulnerabilidades estructurales identificadas por básicamente todos los organismos privados y públicos, multilaterales y nacionales, y las divisiones internas en el partido del gobierno y su enfoque en unas elecciones para las que todavía faltan dos años, han generado una percepción en los inversionistas internacionales de escepticismo respecto al futuro inmediato.
Los factores externos no facilitaron las cosas durante 2017 ni tampoco parece que lo van a hacer en los próximos meses o años. Los precios mundiales del petróleo subieron desde los mínimos de 2016 y no se espera que vuelvan a visitar esos niveles. Las condiciones financieras en EEUU empezaron a ser más restrictivas y no van a aflojar, más bien todo lo contrario, y no solo en Estados Unidos sino en el resto de las economías desarrolladas.
¡Qué dos grandes oportunidades pérdidas!, precios bajos en el insumo más relevante para la economía dominicana y casi una década de crédito barato y disponible por parte de los inversores extranjeros. Y en República Dominicana no lo hemos aprovechado para diversificar nuestros motores económicos de manera más decidida, y menos para robustecer nuestras instituciones y el estado de derecho. ¿Y ahora qué?, preguntan desde afuera.
Localmente, la rápida reacción del Banco Central en julio de 2017 adoptando una política monetaria expansiva a través de medidas de encaje y tasas de interés, y una más tardía reacción por parte del gobierno de incrementar el gasto público y, consecuentemente, el déficit fiscal, consiguió salvar el número de crecimiento del conjunto del año a un 4.6%, todavía muy por debajo del crecimiento al que estamos acostumbrados en los últimos años. Pero los estímulos monetarios deben considerarse medidas coyunturales contra cíclicas de estabilidad.
La sostenibilidad en el largo plazo requiere tomar medidas económicas y enfrentar reformas estructurales que reviertan las tendencias de un modelo de crecimiento con señales de agotamiento.
La incertidumbre de los analistas ya ha empezado a tener implicaciones con subidas en las tasas de interés de largo plazo a pesar de que el estímulo monetario no ha sido reversado. Los bonos de Ministerio de Hacienda con vencimiento 2032 han perdido un 7% en lo que va de marzo.
Dos años sin acometer reformas es mucho tiempo para la inversión extranjera, y más en un entorno internacional donde la subida de tasas de interés reduce el atractivo de nuestros activos financieros. Sin reformas es difícil seguir defendiendo una atractiva historia dominicana.