Cuando las flores del lino, el cambrón, el cactus o el campeche se abren, renace una primavera interior en los apicultores de la Línea Noroeste. Noelia Ruiz y Juan Pablo Molina atesoran apiarios en sus predios. Las abejas, laboriosas, sobrevuelan los árboles del bosque seco en busca de néctar y polen, una tarea en la que —además de contribuir a la conservación natural de toda la flora— producen cera, jalea y, sobre todo, la miel que apoya la actividad económica que sustenta a cientos de familias.
—La floración del cayuco, de todos los cactus, empieza a las 8:00 de la noche y ya a las 10:00 la flores están abiertas. Te metes a un monte de cactus a las 10:00 de la noche y hay flores. Tú crees que abrieron en el día, pero mentira, la flor abre de noche. Pueden atraer a cualquier insecto nocturno, pero las abejas van al día siguiente, entre las 6:00 y las 8:00 de la mañana. El cactus florece sobre todo a partir de julio. La flor dura como 10 horas y si hay un nublado, nublado intenso, dura más, porque el sol las cierra.
Molina, de 68 años de edad, anota en un cuaderno, con sumo cuidado, las fechas de las floraciones, porque cada pétalo trae un pronóstico sobre la rentabilidad de su oficio. Además lleva, desde 1994, registros de las lluvias que bañan Villa Sinda, la localidad de Montecristi en donde sus apiarios albergan unas 179 colmenas, alojadas “en 143 cajas doble y 36 sencillas”.
–La floración de la baitoa dura menos que la del cactus. Florece solo un día y me doy cuenta por el murmullo de las abejas en la mañana. En la tarde desaparece y ese árbol no florece más (ese año). Hay una flor que le gusta más, puede ser por el contenido del néctar, por el sabor o por el aroma. Por ejemplo, los productores de sandías y melones alquilan colmenas para acelerar la polinización de sus cultivos, pero si en ese momento florece el campeche, las abejas dejan los conucos, se van al campeche y producen una miel suave, que no empalaga.
La Cooperativa Apícola y de Servicios Múltiples Salvador Ferrer (Coopasafer), que opera en Villa Sinda, tiene unos 152 miembros activos y pasivos. A marzo de este año había comprado 72 tanques de miel (en 2017 manejó 220) con el propósito de exportarlos a Miami, Estados Unidos.
En 2015 adquirió 520 tanques de miel y, además de provocar un aumento de su precio de RD$24,500 a RD$28,000, enfrentó problemas para vender el producto en Miami, debido a que ese Estado logró una producción apícola abundante.
El 28 de marzo de 2017 los socios de la cooperativa, que entonces producían al año 600 tanques de 55 galones de miel para venderlos por unidad a US$800 en Estados Unidos, recibieron una promesa de apoyo técnico y financiero durante una de las “visitas sorpresa” del presidente Danilo Medina.
El mandatario también estuvo en Dajabón el 18 de marzo de este año y comprometió el Gobierno a equipar con 900 cajas de abejas a 60 productores de la Asociación de Apicultores La Fronteriza, a un costo de RD$8,594,724.
Entre 2013 y 2017 República Dominicana exportó US$5.9 millones en miel natural hacia Estados Unidos e importó US$93,544, según la Dirección General de Aduanas (DGA).
En ese período las exportaciones totales, a destinos como Estados Unidos, Puerto Rico, Aruba, Curazao o Canadá, superaron los US$10 millones y las importaciones, en cambio, se situaron en los US$117,473.
Conforme a la División Apícola de la Dirección General de Ganadería (Digega) del Ministerio de Agricultura, el acopio de miel en 2017 se benefició por las frecuentes lluvias, especialmente en áreas de bosque seco, “donde no hubo una notoria escasez de alimentos, a pesar de reportarse pérdidas de colmenas por las inundaciones dejadas en septiembre en Valverde y Montecristi por el paso de los huracanes Irma y María”.
En cuanto al bosque húmedo, las lluvias y el mal manejo de las colmenas impidieron una mayor producción, añade. Los datos suministrados por Niyra Castillo, encargada de la División Apícola de la Digega, arrojan que, sin los reportes de las provincias Montecristi y Valverde, así como de la Regional Norte, Norcentral, el Ministerio de Agricultura registró la producción de 461,441 kilos de miel, 13,582 de cera y 1,097 de polen.
Además, que las exportaciones de miel basadas en los Certificados de No Objeción a destinos como Puerto Rico, Miami, Nueva York o Curazao, alcanzaron los 426,452 kilos y reportaron US$1.1 millones.
La Coopasafer compra la cera a RD$110 el kilo y la utiliza para fabricar las láminas que los apicultores utilizan en sus colmenas. Vende la caja de 80 unidades a RD$1,000 a los que aportan la materia prima. De lo contrario, los socios deben pagar RD$1,500 y los particulares RD$2,000.
“Hemos resuelto un problema, porque hay que cambiar las láminas de las cámaras de crías y en producción, porque cuando los cuadros de ceras están viejos a las obreras se les dificulta el trabajo y la reina pone los huevos con dificultad”, dice Molina. “Nuestro objetivo es que todo socio de la cooperativa tenga más de cien colmenas y llevar a los que tienen 15 cajas a 80 o 100 para que tengan mayor rentabilidad”, añade.
La cooperativa maneja una línea de crédito de RD$12 millones, facilitado por el Banco Agrícola a una tasa de 12% anual, explica su presidente, Arismendy Gómez Rodríguez. Dice que los socios tienen unas 14,000 mil colmenas que se ven amenazadas por el desmonte del bosque seco, utilizado incluso para alojar basureros que son incendiados en diversos puntos, y por la aplicación de algunos pesticidas en plantaciones agrícolas, sobre todo de ajíes, sandía y el melón.
Destrucción del bosque
Los apicultores de la región promueven por las redes sociales, aunque con una difusión limitada, la advertencia de que los insecticidas que contienen neonicotinoides están matando a las abejas.
El agrónomo Antolín Echavarría, de la División Apícola de la Digega, recomienda a los agricultores utilizar productos orgánicos y, en caso de que vayan a aplicar algún insecticida peligroso, que lo hagan después de las 6:00 de la tarde, para aminorar durante la noche su impacto en las abejas.
“Nos reunimos con los productores de ajíes, sandía y melón y les hacemos ver la importancia de las abejas en el proceso de polinización de sus plantaciones. Les ayudamos a entender que sin las abejas ellos cosechan muy poca cosa”, dice.
Noelia Ruiz, apicultora de Peña de Ranchadero, en Canachapetón, explica que por su zona de Guayubín un señor destruía el bosque, pero “los técnicos de Medio Ambiente le dijeron cómo trabajar, lo hizo como le explicaron, puso un pasto que se da bajo sombra y mantiene su bosque bien con sus vacas”. “Pero no todos los ganaderos quieren hacerlo (seguir los lineamientos de Medio Ambiente) y hacen lo que quieren. Cuando consiguen el servicio de los bulldozers gratis, más rápido destruyen los bosques”, añade.
Para 2012 Montecristi contaba con 52,063 hectáreas de bosque seco y 13,396 de pastos. Valverde tenía 14,235 hectáreas de bosque seco y 1,299 de pastos; Santiago Rodríguez, 12,947 hectáreas de bosque seco y 28,748 de pastos y Dajabón 7,009 hectáreas de bosque seco y 27,877 de pastos, según Medio Ambiente.
“Aquí aparecen flores todo el año, pero la deforestación nos está haciendo daño en la obtención de la miel; la gente no piensa al destruir el bosque y estamos acabando todo”, lamenta Noelia Ruiz.
Una larga sequía y ahora mucha lluvia y frío
“La sequía aquí se extendió desde junio de 2015 hasta abril de 2016. Pero desde abril de 2016 hasta la fecha todos los meses ha llovido”, asegura Juan Pablo Molina mientras muestra sus registros de las precipitaciones y recuerda la sequía de 2014.
“Tengo 33 años en esta casa y no había visto tanta lluvia como la que cayó en octubre, noviembre y diciembre de 2016, ni tanto frío como el de ahora”. “Entre octubre y diciembre (de 2017) aquí cayó agua como nunca en la vida y las abejas murieron porque los apicultores les sacaron la reserva de miel que tenían. Yo se la dejé y ahora en febrero, el 2 y 3 saqué esa miel, porque en tiempo de crisis yo no les pongo la mano, les dejo su reserva”.
Antiséptico
“Una abeja en estos tiempo dura viva de 39 a 40 y pico de días, porque trabaja mucho. Desde que se levanta trabaja y las alitas al final del ciclo ya no son alitas, son ´hilitos´”, dice apenado Juan Pablo Molina. Las abejas aprovechan las plantas para extraer propóleo, una resina con la que sellan todos los huecos de sus colmenas y que además “es un antiséptico y un antibiótico que utilizan para neutralizar los efectos contaminantes de cualquier insecto o animalito que maten dentro de la colmena. Así mantienen la pureza de la miel”.