Hace muchos años que el sector exportador dominicano está con el grito al cielo. Si bien ha habido la intención desde el Estado de incentivar la producción local en algunos renglones, lo cierto es que los esfuerzos no han sido suficientes.
Hay indicadores que dan una señal contundente de que algo no anda bien en cuanto al desarrollo industrial dominicano. Las remesas, es decir, el dinero que envían los que viven fuera del país, llevan tres años consecutivos superando las exportaciones nacionales.
Una simple lectura matemática, manteniendo el análisis sólo en los números, establece que los dominicanos que viven fuera contribuyen o aportan más a la economía local que la industria nacional. No es tan simple, pero es de orden señalar que por cada dólar exportador la diáspora envía US$1.34. Lo más lógico es que este dato preocupe.
Aquí no se incluyen las exportaciones de zonas francas, que son poco más de la mitad de las ventas totales en el exterior.
¿Qué dicen los datos al cierre de 2017? El año pasado las exportaciones nacionales totalizaron US$4,426 millones, lo que significa un crecimiento absoluto de US$90.3 millones, o un 2.1%, mientras que las remesas cerraron en igual período en US$5,911.8 millones. Estos números son irrefutables.
En términos absolutos, las exportaciones nacionales crecieron en US$651 millones, para un 12.4%. Estos datos también dejan claro que el aumento relativo de las exportaciones apenas representó el 13.9% del incremento de las remesas en comparación con el año anterior.
Para el presidente de la Asociación de Industrias (AIRD), Campos de Moya, una verdadera política comercial no es aquella que sólo se enfoca en visualizar oportunidades de acceso a mercados externos, sino también y sobre todo a defender la producción local y el mercado.
En términos llanos, según plantea el representante del sector industrial dominicano, la política comercial no es más que una lucha por disminuir los déficits comerciales de los países y eso es lo que no se debe perder de vista.
Lamenta, incluso, que en las últimas décadas el país no haya contado con políticas claras destinadas a fortalecer la producción y las exportaciones, sobre todo en la etapa de apertura comercial y de firma de tratados de libre comercio, lo que se evidencia en el bajo nivel de financiamiento destinado al sector industrial.
Sin embargo, la esperanza de mejorar el aparato productivo jamás deben perderse. Siempre que haya dominicanos dispuestos a invertir aquí para crear empleos aquí, generar divisas que impacten positivamente la economía de aquí y se traduzcan en una mejoría de la calidad de vida de la gente de aquí, hay que apostar.
Una señal que pudiera mantener viva las esperanzas es la declaratoria de 2018 como el Año Nacional de Fomento de las Exportaciones. El Gobierno, quizá en un reconocimiento implícito del gran reto que tiene el país en materia de mejorar su aparato productivo, tomó la decisión a través del Decreto 437-17 con el objetivo de promover una cultura exportadora.
Admitir una debilidad ayuda a corregirla. República Dominicana está en la obligación de aceptar que no ha sido lo suficientemente diligente para impulsar políticas de apoyo al sector exportador. No se trata sólo de emitir reglamentos y tener recursos para el financiamiento; la cuestión está en que las instituciones encargadas de aplicar las políticas pongan el interés del país por encima de todo y funcionen correctamente.