La Cámara de Cuentas no es un cuento simple, es toda una obra completa con muchos tomos por leer. Sus acciones son ilógicas y, posiblemente, sus funcionarios estén profundizando la falta de credibilidad que tiene la ciudadanía en este órgano de fiscalización del Estado.
Una cosa es el discurso y otra son los hechos de quienes llegan a esta “vaca del Estado”. Todos los que han pasado por este establo se han quejado de que no hay leche que ordeñar (ni ubres), pero al mismo tiempo se acomodan con su teta en mano.
En vez se ser funcionarios de los que el país se sienta orgulloso, se vuelven “ciegos, sordos y mudos”, cuando debería ser todo lo contrario. Y cuando suelen hablar, por lo general, sólo lo hacen para justificar el incremento de salario y otras “cosas”, o para decir que no cuentan con los recursos suficientes para hacer las auditorías que están llamados a realizar.
¿Qué diría Juan Pablo Duarte si estuviera aquí para ver este show?