[dropcap]E[/dropcap]l terrorismo es una actividad humana con el único propósito de infundir miedo o terror en la población. Parece una definición simple, pero tras de sí se ocultan muchas consecuencias. El impacto económico de cualquier coyuntura relacionada con el terrorismo, sin importar con qué artefacto se ejecute, está sobre demostrado en países cuyo día a día navega entre la incertidumbre de no saber dónde y cuándo será el próximo acto de barbarie contra seres humanos inocentes e indefensos.
Por suerte, República Dominicana es un país que predica la paz como filosofía de vida y de Estado. Sin embargo, nuestros ciudadanos también han demostrado que son valientes cuando así lo amerita la historia. Ha sucedido con la decapitación de regímenes que a todas luces afectan derechos fundamentales del ser humano: la expresión y difusión del pensamiento y la libertad de elegir y ser elegido.
En las últimas semanas el país ha sido puesto a pruebas. Pasará mucho tiempo para que los usuarios del Metro de Santo Domingo dejen el temor atrás cuando vean a un joven común con una mochila, ya sea de camino a la universidad o de regreso de su trabajo. Y el miedo será mayor si un potencial sospechoso está solo. Todos vimos como Frankelis Holguín Medina, que ahora dice estar arrepentido del hecho, incendió la mochila que llevaba consigo y la lanzó en el vagón del metro de la línea dos. El caos fue inmediato y el pánico se apoderó de todos.
[pullquote]Yo nunca quise hacerle daño a nadie, no sé qué me pasaba a mí. Yo me entregué. No sabía el daño que había hecho. Cuando vi el periódico fue que supe la magnitud del daño que había hecho…”[/pullquote]Actos como estos son los que ponen en riesgo no sólo la paz y la certidumbre de la ciudadanía, sino también la estabilidad y seguridad que merece un país para atraer nuevas inversiones que generen oportunidades de desarrollo. Este joven, proponiéndoselo o no, marcó la historia del Metro de Santo Domingo y del país, pues fue capaz de ponen en ascuas a todo el pueblo.
Importantes personalidades de la vida cristiana, empresarial y organizaciones sociales, incluidos dirigentes políticos, están a favor de que la Justicia dé un ejemplo de fortaleza. No se pueden poner paños tibios en un caso que marca un antes y un después en la historia dominicana. Ese lunes 27 de octubre (2014), guardando las distancias, viene a ser lo que es el 9-11 para Estados Unidos. Nadie puede estar tan confiado como antes de que no aparezca otro Holguín Medina y provoque pánico y terror en la población.
El director del Departamento Nacional de Investigaciones (DNI), Sigfrido Pared Pérez, dijo que “personalmente no está tan seguro de que en el caso del lanzamiento de un material incendiario al Metro de Santo Domingo se trate de un caso de terrorismo”.
Todo lo que causa miedo y terror es terrorismo. Ahora bien, una cosa es que ese joven haya actuado solo y la otra es que tenga relación con alguna organización terrorista. De lo que estamos seguro es que causó terror en la población y muy particularmente en los usuarios del servicio masivo de transporte más moderno que tiene el país.
“Yo nunca quise hacerle daño a nadie, no sé qué me pasaba a mí. Yo me entregué. No sabía el daño que había hecho. Cuando vi el periódico fue que supe la magnitud del daño que había hecho”, dijo en la audiencia y visiblemente afectado y entre lágrimas el confeso perpetrador del atentado. Con estas declaraciones deja claro que sabe lo que hizo, aunque no sobre las consecuencias
A las autoridades responsables de la seguridad del Estado, pero muy especialmente de los ciudadanos, deben estar alertas y salir un segundo de la zona de confort que en nada contribuye con la estabilidad que buscamos los dominicanos. Los jefes de inteligencia deben dejar un poco los escritorios y los data show e integrarse más de cerca a las labores para las cuales se les paga un salario y muchos privilegios desde el punto de vista estatal.