El índice de precios al consumidor (IPC), ese parámetro que utilizan las autoridades monetarias para monitorear el comportamiento de la inflación, es una de las variables que más preocupa a todos. Podría decirse, incluso, que quienes tienen la obligación de mantener la estabilidad de este indicador macroeconómico son los más preocupados y son, al mismo tiempo, los que reciben más estrés.
Sólo hay que intentar meterse en los zapatos de los técnicos del Banco Central (y del gobernador de esta institución), quienes deben estar ojo avizor ante cualquier movimiento de la economía, por más leve que parezca. Su presión, quiérase o no, es fuerte porque están compelidos a estar siempre un paso adelante para evitar que cualquier desajuste ponga en riesgo no sólo la meta de inflación, sino la tranquilidad y estabilidad de las demás variables económicas.
Por suerte, para bien de todos, el país ha gozado de una estabilidad de precios envidiable, aunque es harto conocido que ha sido a un alto costo. Sólo hay que mirar los números relacionados con las emisiones de certificados del Banco Central, los cuales sirven como instrumentos de política monetaria de primera importancia.
Y, además, con otro además incluido, es preciso recordar que la presión por mantener la estabilidad de precios ha sido peor a partir de la crisis financiera de 2003, provocada por la quiebra de tres bancos. Nos resulta muy cómodo hablar de lo buena que es nuestra economía y de lo estable que es.
Sin embargo, mantener una oferta de dinero (medio circulante) acorde con las necesidades del mercado, sin que presione “mucho” la tasa de cambio, y jugar pesado con una TPM (tasa de política monetaria) que permita certidumbre a los agentes económicos, no es una tarea fácil. Hay que felicitar las decisiones tomadas en aras de mantener a raya cualquier desajuste macroeconómico. ¿Y qué del costo? Es un tema largo.
Ahora bien, la estabilidad de precios que “orondamente” mostramos pudiera hasta afirmarse que es algo que se genera en doble vía: o por la confianza que generan las autoridades, con su capacidad persuasiva del mercado, o por las atinadas decisiones que a su vez generan tranquilidad o certidumbre en los agentes económicos.
No es preciso ser economista o tener maestrías o doctorados en las mejores universidades del mundo para saber que mantener la estabilidad de precios, fundamental en la estabilidad política de cualquier país, ha sido una tarea titánica. ¡Bravo por las autoridades! Una inflación de -0.11% en febrero, léase bien: negativa, es una proeza. O la demanda interna está por el suelo o la política monetaria ha sido tan restrictiva que no da espacio a nada, ni siquiera a un ligero incremento de precios. ¿Qué inflación se acumuló en los dos primeros meses del año? 0.18%. Hay que calentar un poco la economía.