La sociedad dominicana ha venido realizando un enorme sacrificio para, por fin, impulsar la educación. Miles de millones de pesos invertidos en mejoras salariales de los maestros, seguros médicos, reparación y construcción de aulas y centros educativos, formación de docentes, dotación de equipos, laboratorios, talleres y materiales educativos, provisión de desayuno y almuerzo escolar por la tanda extendida, plan de alfabetización de adultos, educación física, canchas, cocinas industriales, articulación interinstitucional, marco de cualificaciones, útiles escolares, uniformes, pupitres, autobuses para el transporte de los niños y niñas, entre otros.
El esfuerzo de los que pagamos impuestos hizo que la inversión en educación pasara de menos de 2% del PIB, antes del 2012, a más de 4% si se suma lo que se gasta en los niveles preuniversitarios, universitario –incluyendo la dichosa UASD y los subsidios a las universidades privadas-, educación técnico superior, formación profesional y educación técnica, y otros gastos educativos que realizan los ministerios y entidades autónomas y descentralizadas.
La dinámica económica que ha generado la enorme inversión en el sector educativo en los últimos cinco años, ha implicado la activación de diversos sectores económicos y ramas de actividad en casi todas las provincias y municipios del país.
Cientos de profesionales de la ingeniería y la construcción han sido beneficiados por contratas para la edificación de escuelas, mientras que los industriales de la harina han visto florecer la producción de panes y bizcochos para el desayuno escolar. Lo propio ha ocurrido con los fabricantes de leche y jugos, lo que se encadena con el sector agropecuario vía la producción de cítricos y mantenimiento de fincas lecheras.
Por demás, pequeñas empresas familiares y no familiares se han creado a la luz de la revolución educativa que lleva a cabo la actual administración pública, contándose que, al día de hoy, existen alrededor de 72,000 proveedores del Estado dominicano. Es obvio que esta gran inversión ha provocado la creación de miles de empleos, y ha impactado positivamente en la riqueza de los sectores mencionados.
Irónicamente, sin embargo, a la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) solo le interesan los puestos del Ministerio que implican “grasa” y control del sistema, aunque no se avance en términos de calidad de la educación y aprendizaje de los alumnos.
La ADP piensa más bien en reforma sin reformas. Diría alguien, la iglesia en manos de Lutero, o el ratón cuidando el queso.