Aproximándonos al 174 aniversario de la Independencia de la República, cabe la pregunta de si ésta valió la pena, si hemos avanzando como Nación y si la economía se encuentra, en términos relativos, mejor que los años previos a este acontecimiento. La respuesta, obviamente, es un rotundo sí, a pesar de los pesares, y aún a pesar de que se evidencia una invasión haitiana pacífica, pero inteligente. Lo de inteligente viene a cuento, porque no será necesario disparar una bala para hacerse de una parte importante de este lado de la Isla, si todo continúa como va.
Lo cierto es que el crecimiento de la economía dominicana, desde el 27 de febrero de 1844 a esta parte es notable; los grandes edificios revelan una expansión económica envidiable, sobre todo si nos comparamos con la mayoría de los países de Centroamérica y el Caribe. El sistema financiero es sólido y fundamentalmente creíble, el cual avala una dinámica económica y comercial sin precedentes. Hoy día, contrario a la época de la colonia, consumimos todo lo que se importa y exportamos mucho más que antes.
Así también, las telecomunicaciones son un vivo ejemplo de lo que hemos avanzado como Nación, lo mismo que las redes viales compuesta por carreteras, avenidas, calles y caminos vecinales que unen las zonas urbanas con las rurales. Si nos fijamos en el turismo, este se destaca por su estabilidad y por ser una referencia a nivel mundial; si no me creen, pregunten en cualquier parte del mundo por las playas de Punta Cana o de Samaná.
El problema es, sin embargo, que no existe una visión integral sobre todo lo anterior, y cada cosa funciona de manera aislada, incluso algunas de ellas con una perspectiva privada de lo que es el desarrollo de un sector productivo. Otro problema es que muchas veces se reduce todo a un carnaval sin cultura, que empieza y termina con alcohol, bailando cualquier expresión musical y con unos tipos hablando pendejadas y dando brincos en una tarima, sin idea ni concepto de lo que significa este ritual.
Mientras tanto, el presidente Medina nos entretiene y nos avanza el regalo de la Independencia con unos decretos y designaciones que no tienen sabor a nada, porque nada va a cambiar, salvo nombres y caras. Pero eso es lo que hay, celebrar la Independencia, contemplar divas en Carnaval con poca ropa y similar cerebro, salvo excepciones, y esperar por decretos para que todo siga igual. Amén.