El dembow es una expresión o ritmo musical cuyos orígenes se ubican en los primeros años de los 80, en Jamaica. Podría interpretarse como un familiar cercano del reggae, que a su vez ha parido otros como el reggaetón. Puerto Rico lo popularizó a principios de la década de los 90, extendiéndose por República Dominicana y de ahí por toda América Latina.
Nadie, ni el más conservador de los humanos, puede negar que es un ritmo pegajoso, que invita al baile y que, al mismo tiempo, se disfruta ver bailar a los demás. Su altísima carga de sensualidad y movimientos lascivos, pueden levantar del letargo a cualquier mortal. Poca gente se ha podido resistir a mover aunque sea un dedo a escondidas o bajo la mesa al escuchar este ritmo.
Como expresión musical ha logrado respaldo en todo el mundo, contando con exponentes que han sabido “hacer dinero” y convertirse en millonarios. Hay muchísimos ejemplos. Los conciertos, prácticamente sin excepción, son a casa llena y los artistas que interpretan este género musical han logrado, de manera adicional, contratos para representar a grandes marcas.
Está claro que este ritmo es hoy por hoy una realidad que no puede soslayarse, que no pasa inadvertido y que las multinacionales más importantes ha comprendido que, además de música, es un canal efectivo para dar a conocer sus productos. Sin embargo, hay que señalar que si se trata de marcas de alto consumo (caras), aunque sus exponentes se jacten de usarla, todavía no miran a un artista de este género para promocionarse. Las que lo hacen son las que van dirigidas a lo popular, a la clase de menor poder adquisitivo y que al mismo tiempo es masiva en el mercado.
Como la bachata, aunque guardando la distancia y la posición geográfica, el dembow era visto como una “música del bajo mundo”, que sólo se escuchaba en los barrios más paupérrimos, entre gente de poca o baja cultura. Hoy, sin embargo, ha evolucionado, como la bachata (antes identificada como cachivache de cabaré), a un nivel superior. Muchos de los programadores de emisoras, sin entrar en detalles sobre cuáles motivos tienen para colocarla sin pensar en el mensaje que transmiten, le han dado cabida, incluso, por encima de otros ritmos musicales.
Sólo hay que darse un paseo por el dial para darse cuenta de lo influyente que ha sido este ritmo en los programadores, en los locutores y en gran parte de la publicidad que suena en nuestra radio.
El seguimiento es tal que los oyentes (y sé que hay más que oyentes en este mundo del espectáculo) piden las canciones, con título incluido y un par de estrofas tarareadas, como algo que les hará feliz. Por supuesto, esta es una visión del impacto que tiene este ritmo en la juventud y su importancia como canal de mercadeo de algunas de las marcas más populares.
En casi 30 años de popularidad de este ritmo hubo exponentes que entendieron a tiempo la necesidad de dar el salto hacia un contenido de mayor calidad. Se dieron cuenta de que las letras servidas a través de este ritmo, analizadas como un canal que transmite un mensaje que entrará en los cerebros y subconscientes de los consumidores, debían estar acordes con las buenas costumbres. Y aquí hay que olvidarse de la sociedad de la doble moral y seguir adelante.
Los fanáticos del dembow de mala calidad, como una reacción propia de su estado emocional, jamás comprenderán que están equivocados al defender un contenido que nada positivo trasmite. El ritmo, que sí es defendible, es el soporte que ha tenido que aguantar (y le agregaría sufrir) todo tipo de composición en detrimento de su futuro como expresión musical.
Si algo de pena en grado superlativo, en medio de la euforia del dembow y tomando como referencia el contenido errado que transmite una buena parte de esta expresión musical, es que haya “empresarios” que financien o den soporte logístico de cualquier tipo a los exponentes del ritmo que cargan con un mensaje negativo y dañino.
Por lo menos en el caso de las emisoras y canales de televisión, como algunas de las plataformas más importantes de redes sociales, deberían ser más consecuentes. No deben olvidar su rol y responsabilidad ante la sociedad y evitar que se siga propagando un mensaje que promueve el morbo, sexo irresponsable, consumo de drogas, lesbianismo y homosexualidad, así como el hacerse millonario para ser importante.
Analizar la semántica del dembow, letra a letra y párrafo por párrafo, ocuparía más espacio. ¿Debería escribir un libro al respecto? Veremos.