Desde que República Dominicana decidió abrirse al mundo con la firma de tratados de libre comercio con diversos países, especialmente Estados Unidos y Europa, se ha producido un fenómeno adverso en cuanto a la balanza comercial local, pues nuestras exportaciones han crecido menos que los grandes volúmenes en que han aumentado nuestras importaciones.
Desde ese punto de vista, se puede decir que esos tratados de libre comercio no nos han beneficiado, porque nuestra balanza comercial es cada vez más negativa. Sin embargo, hay otros muchos aspectos de la apertura comercial que se traducen en beneficios, especialmente para la gente común con el acceso a tecnología, a bienes y servicios más baratos y modernos, lo que contribuye con una mejora en la calidad de vida de la gente y en mayor desarrollo.
El problema es que los países deben generar suficientes riquezas para poder comprar esos bienes y servicios que ofrece el resto del mundo moderno sin engrosar sus deudas. Por lo que hay que acrecentar las exportaciones y las áreas que generan divisas para hacer más equilibrada la balanza de pagos y el intercambio comercial.
Esa es una parte en la que República Dominicana se ha descuidado, debido a que nuestras exportaciones aparentan estar estancadas en el tiempo, sin un crecimiento efectivo.
Por fortuna, aunque con una reacción tardía, el presidente Danilo Medina ha decidido declarar este año 2018 como de “Fomento a las exportaciones”. Eso se oye bonito, pero puede que se quede en palabras y teoría si no se aplican medidas de corto, mediano y largo plazos para que en algún momento se produzca un crecimiento real de las exportaciones nacionales.
Una de las áreas a tomar en cuenta es la sustitución de productos. Esto es, identificar cuáles son los bienes que se producen aquí que resultan altamente costosos y poco competitivos, para proceder a reducir su producción y sustituirlos por los bienes en los que los dominicanos sean productivos en calidad y precios y nos permitan competir.
Hay ejemplos positivos y negativos de esto. Entre los positivos está el surgimiento de los productores de vegetales chinos en La Vega. Fue algo que surgió de un grupo de productores sin la ayuda de las autoridades, las cuales vinieron a reaccionar cuando vieron que esos emprendedores del campo estaban exportando entre US$40 millones y US$50 millones anuales.
También está la expansión de los productores de bienes bajo temperatura controlada en invernaderos, que han desarrollado de forma efectiva un sólido mercado exportador.
Pero hay ejemplos de fracasos, precisamente por las inobservancias de las autoridades, como fue el caso del “boom” del tabaco en los años 90, lo que motivó a muchos productores de víveres del Cibao a dejar de lado la yuca, plátano, batata, ñame y otros para producir tabaco sin control y luego se encontraron con que el mercado se sobreabasteció y mucha producción se perdió.
Además, ocurre que el descuido de las autoridades ha dejado crecer a sectores productivos ineficientes como los arroceros del Noroeste. Y decimos ineficientes porque el arroz requiere de grandes cantidades de agua y esa zona del país es seca, por lo que el costo de esa producción es demasiado elevado y poco competitivo. Es en esos casos donde las autoridades deben intervenir con proyectos de sustitución de cultivos que no afecten a esos productores, sino que los lleve y motive a producir bienes que sean de mayor efectividad y competitividad en esas zonas, lo que les generaría más riquezas en el largo plazo.
Pero de manera populista, los gobiernos lo que hacen es subsidiar a productores ineficientes, en lugar de llevarlos a producir bienes más efectivos y seguir subsidiándoles hasta que lleguen a niveles de competitividad óptimos.
Desde esta humilde columna, consideramos que la única forma de fomentar las exportaciones, es inyectando voluntad política al necesario proceso de sustitución de bienes y cultivos poco competitivos por los que nos den verdadera competitividad. De esa forma haremos crecer nuestras exportaciones lo suficientemente como para generar las divisas necesarias para importar los bienes que hayamos sustituido y nos sobraría dinero.
Ojalá que el fomento a las exportaciones no se quede en teoría.