Una de las principales fallas que afecta el desarrollo de República Dominicana es la costumbre de dejar a “medio talle” los proyectos que son anunciados e iniciados, sin antes esperar su conclusión para dar tiempo a ver los resultados.
Cuando ocurre una situación de crisis en algún sector, se presentan diversas ideas y de inmediato se anuncian programas y proyectos, casi siempre de corto plazo y replicados de ideas iguales anteriores, que se publicitan más en los medios de lo que en realidad se ejecutan en el terreno.
Se pudieran citar diversas situaciones en ese aspecto, pero solo mencionaremos algunos. Recuerden que en 2008 se produjo una crisis económica mundial que se inició en Estados Unidos y que coincidió también con un aumento extraordinario en los precios del petróleo y consecuentemente de los combustibles.
Surgieron aquí proyectos para la producción de biodiesel, mediante un proceso de aprovechamiento de aceites comestibles desechados, así como de aceite vegetal que se puede extraer de diversas plantas, especialmente del piñón. Ese combustible puede mezclarse en una proporción de hasta un 10% con el gasoil derivado del petróleo.
Los medios publicaron anuncios del Gobierno para el desarrollo de esos proyectos y hasta la decisión de que los vehículos del Estado fueran adoptando esa mezcla. De repente el proyecto se quedó en el aire y no pasó de los medios de comunicación.
Ahora bien, imagínense que el Gobierno hubiera tomado en serio esa decisión desde el año 2008 a la fecha. Se pudieron ubicar grandes extensiones de terreno baldío y seco de la empobrecida región suroeste del país para desarrollar la producción masiva de piñón, una planta que no necesita agua para su reproducción. Ahí se habría desarrollado una industria con la creación de miles de empleos de los pobres campesinos que residen en esas zonas y que actualmente no tienen nada que hacer.
Ese aceite de piñón habría servido como materia prima y componente del 10% del combustible diésel que se vende en el país y también se habría usado en la producción de biodiesel que se utilizaría como combustible sustituto en las maquinarias de muchas grandes industrias del país.
Es posible que el costo de procesar ese aceite y producir el biodiesel haya sido más elevado que el valor de mercado del producto final, pero en ese caso el Estado como dueño de esa empresa, subsidiaría a los miles de empleos que estaría generando, pues lo importante no es ganar dinero directamente de esa industria, sino sacarle el provecho del impacto social positivo que implica la generación de empleos en una comunidad pobre que luego vería dinamizarse su economía, aumentar su densidad poblacional, desarrollar comercios nuevos y ofertas de bienes y servicios. Ese impacto social tiene mucho más valor e importancia que los recursos a invertir en subsidiar esa empresa.
Estamos fantaseando con lo que hubiera sido hoy esa gran empresa de desarrollo social estatal, si se hubiera iniciado como se anunció hace cerca de una década. Hoy no estaríamos hablando de desempleo en el sur profundo, no estaríamos diciendo que los dominicanos están abandonando esas tierras, no estaríamos hablando de un aumento de la pobreza y de la delincuencia en esas zonas. Por el contrario, tendríamos una región dinamizada económicamente con una reducida inversión del Estado y, por supuesto, con una contundente inyección de voluntad política a esa iniciativa.
Pero en nuestro país no ocurre así. Lo que tenemos es inverso. Un gobernante que inicia una gran obra y si no la termina en su período de gobierno, el próximo que llegue detiene la iniciativa para restarle méritos e inicia otra distinta, lo que se traduce en un estancamiento y desperdicio de los escasos recursos disponibles.
Hay que crear en el país una conciencia estatal de desarrollo de proyectos de mediano y largo plazos, que no se queden en la coyuntura del momento y que, si dan resultados, no sean luego distorsionados con aspiraciones políticas de los funcionarios que coyunturalmente les corresponda estar al frente de esas ejecutorias.
Es hora de comenzar a poner al país sobre las voluntades particulares. Esa es la única forma de desarrollarnos.