Estados Unidos ya tiene su reforma tributaria. Está calificada como la mayor “cirugía” al sistema impositivo en los últimos 30 años. Su meta principal es motorizar el crecimiento económico y el empleo, pues se espera que haga regresar empresas y capitales que habían huido a las altas tasas. Sin duda, es la primera gran victoria política del presidente Donald Trump.
Pero más allá de ver este acontecimiento como un triunfo del presidente Trump, la realidad manda a analizar cuáles serán los efectos que tendría esta transformación del sistema tributario estadounidense en República Dominicana. Por supuesto, hay que guardar las diferencias respecto a la forma y el fondo.
En resumen, la reforma tributaria de Trump, que habrá de dinamizar la economía, baja el impuesto corporativo de 35% a 21%, se mantienen los siete tramos impositivos actuales, con un recorte de 39.6% a 37% a la tasa máxima; se elimina el incentivo fiscal a empresas privadas que subsidian el costo del pasaje, estacionamiento y uso de bicicleta para sus empleados.
La reforma también reduce a US$10,000 la deducción de los impuestos locales y estatales. Para los solteros, las herencias hasta US$11 millones estarán libres del impuesto a las sucesiones, mientras que para los matrimonios será de US$22 millones. Además, limita la deducción de intereses a préstamos hipotecarios de no más de US$750,000 y aumenta el crédito fiscal por hijo de US$1,000 a US$2,000.
Es una apuesta que según las estimaciones más conservadores implicará una reducción de US$1,000 millones en las recaudaciones en una década, pero que prevé atraer otros US$4,000 millones que están fuera del país. Un retorno sobre el capital, por la reducción de las tasas corporativas, habrá de reflejarse en proyectos de inversión.
El desempeño de la economía durante este primer año de Trump ha sido positivo. En promedio se generan 200,000 empleos por mes, el salario creció en 2.3% y el desempleo está en un 4.1%, o sea, es una economía de pleno empleo.
Otras naciones, igual que Estados Unidos, han entendido la necesidad de reducir algunas tasas impositivas para impulsar la inversión y el crecimiento. La realidad llama a evaluar el sistema tributario dominicano para hacerlo más amigable y acorde con el contexto internacional. Además, no es un secreto que el entramado fiscal resulta costoso, complicado y deja algunas brechas que aprovechan los evasores de impuestos.
Esta reforma de Estados Unidos, si se quiere, abre un campo de competencia entre los países por la inversión extranjera. República Dominicana no puede estar ajena, pues es un sector cuyas cifras no han sido las mejores durante los últimos años.
El Pacto Fiscal, previsto en la Estrategia Nacional de Desarrollo, es un imperativo que debe ponerse sobre la mesa. Todos los sectores, sin excepción, están llamados a discutir en un diálogo franco y transparente las nuevas condiciones que habrán de regir el sistema impositivo dominicano. El compromiso, por supuesto, tiene que ser de parte y parte: Gobierno, por el lado del gasto, y contribuyentes, en lo que compete a sus obligaciones.
Estamos en un punto idóneo para discutir seriamente el futuro de la economía dominicana de cara a la nueva realidad del mercado internacional. ¿Qué esperamos?