Los peligros de una deuda en crecimiento, ya sea de una persona, empresa o gobierno, no se avizoran sino cuando se evidencian problemas de pago. Es decir, los individuos se endeudan, los negocios cogen prestado para fines de inversión y los gobiernos financian sus déficits fiscales casi siempre mediante préstamos de diferentes fuentes. Con ninguno de estos agentes habrá problemas mientras generen los ingresos suficientes para pagar a sus acreedores y, al mismo tiempo, cubrir sus gastos de consumo, en el caso de los individuos, los gastos de inversión por parte de las empresas, y el gasto corriente y de infraestructura de los gobiernos.
En el caso del endeudamiento de personas y empresas, el mismo no tiene repercusiones más allá del ámbito privado, lo cual, si bien no es favorable al ahorro nacional, tampoco lesiona el interés público. La deuda pública sí constituye un peligro para la sostenibilidad de las finanzas públicas, pues en la medida en que esta crece, bajo un esquema de inelasticidad de los impuestos, se compromete una buena parte de los ingresos ordinarios al pago de intereses y capital, dejando poco espacio para solventar los gastos corrientes, y casi nada para garantizar la necesaria inversión en infraestructura.
Comúnmente los gestores públicos señalan que la economía dominicana aún tiene capacidad de endeudamiento, y que un 52.4% del PIB en deuda todavía no representa un peligro. Probablemente tuvieran razón, sino fuera porque la tendencia de la deuda es lo que preocupa y no su nivel actual. Piensen que, en el 1999, la deuda total representaba un 15.5% del PIB, pero hoy esta es 3.5 veces mayor. Ramos (2005) plantea que la deuda es un crimen, y que su acumulación atenta contra los pobres y descamisados, y que la misma puede llegar a convertirse en un mecanismo permanente de sustracción de riqueza.
Una pregunta que surge del trabajo de Ramos, es si la deuda pública es legítima o ilegítima, y si esta ha servido para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y si ha contribuido a disminuir los niveles de desigualdad. No creemos que estas preguntas tengan respuestas favorables. Es claro que, hasta el día de hoy, los gobiernos toman préstamos que los pagarán gobiernos sucesivos, lo que puede verse como una irresponsabilidad gubernamental.
A partir de lo anterior, entendemos que conviene realizar una Cumbre de la Deuda Pública, de modo que se aclaren los misterios que por muchos años le han acompañado. Conocer si estamos en un umbral de peligro, si nos dirigimos a un callejón sin salida, o si la economía está secuestrada por la deuda, sería razonable y muy oportuno.