Los intermediarios financieros se sienten regocijados cada vez que realizan una feria de vehículos y rompen récord de ventas, tanto en volumen de dinero como en cantidad de unidades vendidas.
De su lado, los pequeños y medianos productores –tanto de la agropecuaria como de la industria- ven apenados cómo se les hace difícil conseguir un préstamo, ya sea para la compra de maquinarias o la adquisición de insumos bajo condiciones favorables en términos de tasa de interés, garantía y periodo de pago.
Y ese es uno de los dilemas de la economía dominicana que aún hay que resolver: o financiamos el consumo desmedido, o dedicamos ese dinero a fomentar la producción que es lo mismo que promover el desarrollo.
Pero el dilema no es sencillo, pues la intermediación financiera es un negocio privado en donde el Estado no puede ni debe intervenir. También, los consumidores son autónomos y motivados por los gustos y preferencias, es decir, van al mercado a comprar lo que quieran y cuando quieran, y más si los precios son bajos y las condiciones de pago beneficiosas.
Sin embargo, ese Estado sí pudiera, y debería, establecer mecanismos que motiven al financiamiento de la producción –industrial y agropecuaria- pues son estos los sectores productivos que agregan valor, crean empleos, impulsan el crecimiento económico y, con el tiempo, pueden llegar a conducir al desarrollo de un país.
En cambio, el financiamiento del consumo, en este caso para vehículos, solo alienta las importaciones, pues los vehículos son todos de factura extranjera, las piezas de reemplazo también, el combustible que utilizan por igual, las gomas que llevan, lo propio, y así sucesivamente. Por demás, vienen a invadir un parque vehicular saturado, una ciudad sin parqueos y un sistema de transporte que más caos no puede exhibir.
Y de lo que se trata no es de eliminar el negocio de las ferias de vehículos, sino que sea igual de fácil lograr un crédito para comprar una maquinaria, equipos y utensilios para el proceso productivo, que obtener un financiamiento para adquirir el último modelo de una unidad de transporte que, en definitiva, es una solución individual a un problema que debería resolverse de manera colectiva.
Y, como la intermediación financiera es un negocio privado, es al Estado al que le corresponde establecer los instrumentos que resuelvan este dilema. Ningún país logró el desarrollo a partir del consumo casi compulsivo de vehículos, y la mayoría que lo ha alcanzado ha sido a partir del crecimiento económico que provocaron sectores que agregaban valor.