Pedir un 25% de cuota para jóvenes en puestos públicos o a lo interno de una organización política, así como el 33% que por ley le corresponde a las mujeres en las postulaciones a cargos estatales, no es más que una admisión implícita de la falta de oportunidades.
Así no es como se logra mayor participación. Las cuotas, en sí, son discriminatorias. Los puestos en un sector no deben regalarse (o no deberían). Lo más lógico es que se obtengan por méritos, por esfuerzos propios y porque alguien se ha destacado en una determinada área, ya sea política, económica, cultural o deportiva.
Las sociedades que impulsan las cuotas aceptan que ha habido un desarrollo sin equidad, que unos pocos han dominado a la mayoría en detrimento de su participación igualitaria en las decisiones.
Si usted se merece un espacio de participación no espere que una ley o una disposición administrativa se lo regale, gánese un puesto por méritos.