El Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) que comienza el próximo miércoles debatirá cómo mantener el crecimiento a la vez que se corrigen los fuertes desequilibrios estructurales y discutirá una mayor apertura de la economía al sector privado y al comercio y la inversión exteriores.
Un total de 2,287 delegados del PCCh se reúnen a partir del próximo miércoles 18 mientras el país mantiene un buen rumbo para conseguir o incluso superar el objetivo del aumento del PIB de alrededor del 6.5% para este año, que se suma a otros indicadores positivos como aumento del comercio, baja inflación y descenso del desempleo urbano.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) aumentó la pasada semana su previsión para el PIB chino con un crecimiento en una décima hasta el 6.8% durante este año, frente al 6.7% de 2016.
Pero China, que ha logrado en la última década eludir lo peor de la crisis financiera y mantener un crecimiento medio-alto, afronta importantes desequilibrios, como la reforma inacabada del abultado sector estatal o el elevado endeudamiento empresarial, que hacen que mantener la estabilidad financiera sea el objetivo clave del Gobierno.
Sin embargo, Xia Le, economista jefe para Asia del departamento de análisis del BBVA, considera que este Congreso buscará mantener un crecimiento apreciable pero, a la vez, reducir la importancia de este parámetro para “poner más énfasis en mantener la estabilidad financiera”.
El régimen chino “probablemente mostrará una mayor tolerancia a una ralentización del crecimiento si eso evita riesgos financieros sistémicos”, insistió Xia en declaraciones a Efe desde Hong Kong.
Otra cuestión clave son las reformas económicas domésticas, que van ligadas a una mayor apertura al exterior.
En los últimos años han crecido las demandas desde los principales socios económicos chinos (sobre todo la Unión Europea y Estados Unidos) para que Pekín abra más a la inversión y al comercio su economía, donde algunos sectores siguen totalmente cerrados y otros muy limitados.
En el exterior hay una queja casi unánime sobre la desigualdad en el acceso a los mercados que tienen las empresas.
El presidente Xi Jinping defendió firmemente en enero en el último Foro Económico de Davos la globalización y la apertura económica, lo que le catapultó como paladín del libre comercio y el multilateralismo frente al proteccionismo de Donald Trump, pero ahora el resto del mundo quiere ver que Pekín cumple sus palabras.
La continuación de la reforma del enorme sector estatal (un proceso que avanza lentamente) y la posible mayor apertura al más dinámico sector privado (sea doméstico o exterior) son claves en las reformas.
Xia cree que el régimen “ya ha dejado clara su intención de abrir más el mercado doméstico y continuar la reforma de las empresas estatales”, pero el proceso se ha ralentizado “por la resistencia de grupos de intereses”.
“Esperamos que el Congreso del partido clarifique su compromiso con reformas claves en estas áreas”, añade el analista de BBVA, para quien “la cuestión fundamental” es ver si las autoridades pueden lograr “una aplicación efectiva de las reformas”.
Xia pronostica que “el principal debate ideológico se centrará en cómo reformar las empresas estatales”, ya que si bien las autoridades perciben la “urgencia” de la cuestión, “no están listas para una privatización masiva”, sino que apuestan por abrirlas parcialmente al capital privado y, sobre todo, por mejorar su eficacia operativa y su gobierno corporativo.
Para Yukon Huang, analista de Carnegie Endowment y exdirector para China del Banco Mundial, la economía del gigante asiático está es una posición mucho más sólida de lo que creen quienes pronostican crisis financieras o “aterrizajes duros”, gracias a “factores complejos que son únicos en China”.
Huang, en una discusión con periodistas esta semana en Pekín, apuntó hacia un factor que apenas se tiene en cuenta: la situación de los presupuestos de las entidades locales, “que ha generado vulnerabilidades en China” debido a una “distorsión fundamental” en cómo pueden generar recursos.
“Hace falta una gran reforma a fondo del sistema fiscal” y también del proceso de elaboración de los presupuestos, insistió.
El presidente del banco central chino, el influyente Zhou Xiaochuan, abrió el fuego esta semana en una poco habitual entrevista con un medio financiero local en la que apostó por profundizar las reformas, incluyendo la liberalización de los tipos de cambio del yuan.
Argumentó para ello que “ningún país del mundo puede lograr una economía abierta con un control estricto de divisas”.
Más allá de los cambios de líderes o de la discusión sobre política económica, el XIX Congreso del PCCh va a diseñar la forma en que el gigante asiático va a ejercer su poder en el mundo en los próximos años.
Con una economía que se acerca inexorablemente a ser la mayor del mundo y una creciente presencia política y militar en el exterior, el liderazgo que salga de este Congreso debe definir cómo encajar esta creciente potencia global en un mundo que en buena parte mira con recelo este ascenso.
Los analistas coinciden en que China va a continuar el proceso de integración en las estructuras políticas y económicas internacionales, pero algunos incluso apuestan por que Pekín ofrecerá un modelo político-económico alternativo al de Occidente.
En los últimos cinco años, tras el último Congreso que catapultó al poder al presidente chino y secretario general del PCCh, Xi Jinping, China ha dado pasos de gigante en su asertividad exterior.
Así, el gigante asiático ha reformado su Ejército y está potenciando su Marina, con la reciente botadura de su primer portaaviones diseñado y construido íntegramente en China y el lanzamiento de otros buques militares avanzados.
Además, Pekín ha incrementado su aportación a las Naciones Unidas y su presencia militar en operaciones de paz de la organización, y este año ha abierto su primera base militar en el exterior, en Yibuti, para apoyar este tipo de acciones.
China está avanzando en su posición mundial con nuevos acuerdos bilaterales de libre comercio, pero también con la negociación de pactos multilaterales como la Asociación Económica Regional Integral (RCEP) y el Acuerdo de Libre Comercio para Asia Pacífico (FTAAP), o con la iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda.
Pekín también se ha convertido en los últimos años en un país clave para la inversión en el exterior y en la ayuda al desarrollo -aunque ésta sea más en forma de préstamos que de ayudas directas-, rivalizando con EEUU y la Unión Europea.
“China va en serio en su ambición de convertirse en uno de los líderes del orden económico y financiero internacional”, asegura Xia Le. Xia cree que hay quienes temen que “China busca desafiar al orden internacional, pero me temo que es una idea cargada de prejuicios”.
Además de las acciones oficiales, en estos años, gigantes tecnológicas chinas desde Alibaba a Huawei, pasando por Tencent, se han afianzado en posiciones de privilegio a nivel global y son pioneras en sectores punta como el comercio electrónico, los pagos con teléfono móvil o el reconocimiento facial.
Ayudadas por su enorme mercado doméstico o por los créditos que Pekín concede para proyectos en el exterior si los llevan a cabo empresas chinas, las firmas de este país han reunido capital y medios para lanzarse a una importante expansión internacional en múltiples sectores, como infraestructuras o ferrocarriles.
Kerry Brown, profesor de Estudios Chinos del King’s College londinense, señala a Efe su previsión de una China aún más integrada en el mundo “a través de acuerdos comerciales más justos, pero también de forma creciente a través de su trabajo como ciudadano global”.
Pero otros analistas y centros de estudios van más allá, y pronostican que el Congreso podría estar elaborando una nueva propuesta global como alternativa al modelo político y económico occidental.
Para David Kelly, de la firma de análisis China Policy, esta alternativa podría llamarse “La solución china”, tal como ha avanzado una publicación del PCCh.
Esta idea sería una evolución del eslogan del “sueño chino” acuñado por Xi Jinping hace algunos años para la opinión pública doméstica, pero ahora retocada y afinada para su empleo hacia el exterior.
La base de esta idea es que “China no quiere dominar el mundo, no es hegemónica”, sino contribuir a su estabilidad y buena marcha, explicó Kelly en una reciente discusión con periodistas en Pekín.
Desde el lado oficial, un miembro hongkonés de la Conferencia Política Consultiva de China, el principal órgano asesor del Gobierno chino, Shiu Sin Por, considera que Xi Jinping está poniendo en marcha con sus logros políticos una propuesta para competir con Occidente.
“La oferta china de un sistema de valores alternativos -colectivismo en lugar de individualismo, armonía en lugar de competición agresiva, coexistencia en lugar de dominación- supone en reto aún mayor que el poderío económico y militar chino”, afirma Shui en un artículo publicado este jueves en el diario independiente hongkonés South China Morning Post.