Los taponamientos constantes son una realidad con la que los residentes en las grandes ciudades del país, y sobre todo del Gran Santo Domingo, debemos lidiar en un país que, al 31 de diciembre de 2016, contaba con parque vehicular de 3,854,038 unidades registradas en la Dirección General de Impuestos Internos (DGII).
Según la DGII, la mayor parte de los vehículos se concentra en el Distrito Nacional (25.7%), Santo Domingo (16.2%) y Santiago (8.5%). Del total de automóviles, el 38.3% se encuentra en el Distrito Nacional y el 23.1% en Santo Domingo, que además concentran el 34.7% y el 23.8% de los autobuses.
Con tantos vehículos, con déficit de calles y avenidas, con barrios que irrespetan la anchura de las calles o con grandes residenciales satélites de la capital no hay que ser mago para adivinar que los taponamientos seguirán.
Representan un costo incalculable en el tiempo de los ciudadanos y en el costo productivo de las empresas que se podría palear un poco si el sector privado y el Gobierno concentran su atención en este tema. Por ejemplo, el reciente fuego de un almacén en el Kilómetro 13 de la Autopista Duarte provocó un enorme taponamiento de vehículos.
Las autoridades pudieron ser más eficientes y brindar más información sobre el tránsito a los conductores que venían del Cibao y que podían usar la nueva circunvalación. Pero, aparte de ese detalle, deben enfocar su atención en abrir avenidas de desahogos al Gran Santo Domingo, sobre todo al Distrito, una urbe de grandes edificios frente al mar que está expuesta a desastres naturales, como los tsunamis y, por lo tanto, requiere de vías rápidas de evacuación.