El Foro Económico Mundial acaba de hacer público su Índice Global de Competitividad 2017-2018, en el que República Dominicana aparece en el puesto 104 de 137 países. Visto de manera rápida, esto puede parecer catastrófico tanto para el Gobierno como para los sectores empresariales, pues envía el mensaje de que no avanzamos en ninguno de los indicadores vinculados a la estimación del referido índice y, claro está, en la competitividad.
Ahora bien, lo primero que hay que establecer es que este indicador parte de la realización de una encuesta anual, que se lleva a cabo a partir de una muestra, y de un instrumento que se aplica a un grupo de empresas seleccionadas. Esto implica que, dependiendo del tamaño de la muestra, se puede determinar qué tan representativa es la misma del universo del tejido empresarial dominicano y, por vía de consecuencia, valorar si se pueden realizar inferencias del universo de las empresas.
Otro elemento a destacar es la forma en que se levantan y obtienen los datos, así como la entidad que lo realiza, pues no es lo mismo entrevistar cara a cara a un empresario, a que este complete una encuesta vía telefónica o a que lo haga de manera virtual. En los tres casos la información recopilada sería diferente y, obviamente, los resultados también. De la misma manera, y aun cuando se espera que no existan prejuicios en el proceso, es claro que los resultados que arroja el índice se utilizan para comparar la situación de los países con sus similares, o lo que es lo mismo, sus niveles de competitividad, lo que también incide en decisiones de inversión, y en lo relativo a la calificación que dan las agencias internacionales calificadoras de riesgo. Pero lo más importante de todo, es que este Índice Global de Competitividad 2017-2018 lo que refleja son percepciones de los entrevistados, no necesariamente la realidad de los diferentes renglones que son evaluados.
Por ejemplo, cualquier empresario entrevistado puede haber respondido que no ve estabilidad macroeconómica en el país pues, circunstancialmente, puede que su empresa esté en problemas, y él achacárselo al Gobierno. Y es obvio que, si algo ha tenido República Dominicana durante los últimos años, es estabilidad de precios y de la mayoría de las variables fundamentales que afectan a todos por igual.
A partir de lo anterior, entendemos que ni el Gobierno ni los empresarios deben rasgarse las vestiduras por los resultados de este informe; lo que sí hay que hacer es enfocarse en aquellos puntos en donde razonablemente se entienda que se precisan mejoras, no para el índice, sino para las empresas y el avance del país en materia de competitividad.