El huracán María dejó ver algo más que viento y agua. Este fenómeno atmosférico, durante su paso por la costa norte del país, dejó sentir el poder que tiene la naturaleza para evidenciar cuán frágiles somos los seres humanos. Puerto Rico, y hay que decirlo con mucha pena, supo mejor que República Dominicana cuánto pesó el ojo de la tormenta.
¿Qué más dejó ver María en nuestro país? Mucha imprudencia. No bastaron los reiterados llamados de las autoridades de socorro, lideradas por el Centro de Operaciones de Emergencia (COE), para que las personas en casas y lugares vulnerables salieran de las zonas de peligro. Sólo se reportaron tres fallecidos como consecuencia del huracán (una vida es mucho), pero no fueron dos ni tres las familias que debieron ser rescatadas con el agua al cuello porque desoyeron el llamado para que fueran a los refugios.
María nos echó en cara lo frágil que son nuestras ciudades, lo mal planificadas que están desde el punto de vista demográfico, especialmente porque, como Estado, no hemos sido responsables para aplicar la ley en cuanto a los lugares idóneos para construir. Aquí no resulta raro ver una escuela, una cancha, un club deportivo o una policlínica construidos encima o a orillas del lecho de un río o cañada. Y eso que no pasó el ojo de María.
Las lluvias dejadas por el huracán inundaron residenciales y viviendas de clase media y alta, una muestra extra de que la planificación en el sector de la construcción, partiendo de la permisología, no es una prioridad. Por lo menos hay que reconocer algunas labores de limpieza y precaución tomadas por las alcaldías y algunos ministerios. Obras Públicas, posiblemente, sacó las mejores notas porque estaba antes, durante y después con brigadas en todo el país. El personal del COE, como líderes en casaos de emergencias, merecen todo el reconocimiento de la sociedad.
El sistema eléctrico, en la parte de distribución, sufrió algunos daños en las provincias que más fuertes recibieron los vientos del huracán María. Lo mejor de todo es que, por suerte, sólo fueron algunas ráfagas las que entraron, pues no tendríamos siquiera que imaginar el desastre ante un sistema que de por sí resulta un caos.
Otra de las cosas que dejó ver el huracán María fue la hipersensibilidad humana del presidente Danilo Medina, quien con muchísimo tiempo de antelación, dos días para ser exactos, dejó la ciudad de Nueva York, donde hablaría ante la ONU, para estar el frente de las labores ante el paso “inminente” del fenómeno atmosférico.
No debió dejar su ponencia ante la ONU, pues el vuelo es de apenas tres horas y 25 minutos. ¿A caso escuchó él que la Marcha Verde le haría un piquete durante su discurso y eso, además de María, apresuró su regreso? Eso sólo lo sabe el Presidente.