María José Oomen
El taller de Ana es un pequeño cuarto al fondo de un lote baldío de la zona céntrica de la ciudad de La Paz. Al entrar, se ve una cama empinada contra la pared y, encima, torres de frazadas empaquetadas; en la otra esquina de la habitación se encuentran dos máquinas de coser. Ana se considera una empresaria exitosa, confecciona frazadas para uno de los supermercados más grandes de la ciudad de La Paz desde hace 5 años. Realiza las frazadas ella sola y cuando el pedido es muy grande contrata a una muchacha para que la ayude. Anhela agrandar el taller, tener estantes amplios y contratar a un par de ayudantes, pero sus ganancias no le alcanzan. “Ellos creen que tengo un taller grande… con muchos empleados… pero si supieran que lo hago todo yo solita…”. El caso de Ana ejemplifica el de miles de mujeres emprendedoras en Bolivia.
Las pequeñas empresas son consideradas una fuente importante de crecimiento económico en países en desarrollo. Las mujeres emprendedoras han sido designadas como los nuevos motores de crecimiento económico y las nuevas estrellas de las economías emergentes. Según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), y el Banco Mundial (2010), la región latinoamericana es el principal ejemplo del ascenso de mujeres propietarias. Estas afirmaciones tienden a ser celebratorias, sin embargo en Bolivia la realidad es otra.
Es importante distinguir procesos de emprendimiento por oportunidad de aquellos que más bien responden a una lógica de autoempleo o a la necesidad. En Bolivia, al igual que en muchos otros países en condiciones similares, distinguirlos resulta complejo; está claro que la decisión de emprender es resultado de una variedad de factores y no solamente la identificación de una oportunidad de mercado. En línea con un estudio realizado sobre el tema a nivel latinoamericano, se ha realizado una distinción metodológica que resulta apropiada para el caso boliviano.
Para el año 2012 en las áreas urbanas[1] de Bolivia, efectivamente 35.9% de la población ocupada femenina era “emprendedora” o propietaria de su propia empresa; un porcentaje importante que apoya las conclusiones celebratorias del GEM y el Banco Mundial. Sin embargo, una vez que se desglosa este porcentaje, solo 6.2% de la población ocupada femenina emprendió por una oportunidad de mercado mientras que el resto (29.8%) lo hizo por necesidad. Es de suma importancia contestar las afirmaciones mencionadas anteriormente que festejan ciertos “triunfos” para así seleccionar a las verdaderas ganadoras de este escenario, y comprender mejor la realidad y condiciones de las emprendedoras por necesidad.
Conversaciones con mujeres emprendedoras, tanto por oportunidad como por necesidad, reflejan la variedad de motivos por los cuales optan por emprender. La mayoría menciona la importancia de la flexibilidad del tiempo que brinda un emprendimiento, versus ser “esclavas del reloj”. Hacen hincapié en la posibilidad de trabajar en casa, dándoles la posibilidad de equilibrar su rol reproductivo con sus aspiraciones laborales. Muchas de las emprendedoras que podrían considerarse como exitosas se encuentran sin parejas y son jefas de hogar, lo cual refleja la dificultad de poder conciliar sus roles tradicionales de madre y esposa con sus aspiraciones y/o necesidades de autonomía económica.
Los economistas se han enfocado en la importancia del emprendimiento para el crecimiento económico y no tanto en su impacto para el desarrollo humano. En el caso de las mujeres, puede fomentar su empoderamiento ya que proporciona las precondiciones que detonan el proceso; a través del acceso a recursos las mujeres adquieren la habilidad de tomar decisiones estratégicas para sus vidas. Sin embargo, la existencia de estas precondiciones no determina que se dé un empoderamiento. Asimismo, distinguiendo entre mujeres que emprenden por oportunidad de aquellas que lo hacen por necesidad en Bolivia, se ve que la mayoría optan por esta alternativa como modo de subsistencia. En ese caso el emprendimiento no representa un empoderamiento ya que el grado de agencia de las mujeres se ve condicionado por circunstancias que prácticamente las obligan a optar por este modo de vivir.
El emprendimiento no debería constituir una elección entre cumplir con roles tradicionales femeninos o autonomía económica; debemos quebrar ese dualismo y atacar aquellas barreras culturales y estructurales desde su raíz. El próximo Informe sobre Desarrollo Humano de Bolivia pondrá especial atención a la relevancia de la creciente participación laboral femenina en áreas urbanas; más allá de conceptualizar a las mujeres como fuente de crecimiento económico el Informe hará énfasis en sus condiciones laborales y si éstas contribuyen a una mejor calidad de vida, a la expansión de sus capacidades y a su desarrollo humano. (Bolivia)
[1] Porcentajes para las ciudades del eje: La Paz, El Alto, Santa Cruz y Cochabamba.
Fuente: www.revistahumanum.org