La afirmación del ministro de Administración Pública de República Dominicana de que el país es referencia internacional en el tema de gestión de calidad en la administración de las entidades del Gobierno, ha sido motivo de burla en algunos escenarios privados. Probablemente el ministro tenga razón en su enfoque, entendiendo que pasamos de un Estado artesanal previo al 1996, a uno moderno, digital y tecnológico en el 2017. También, no se duda de los avances logrados en materia de agilización de trámites en oficinas públicas, tales como la emisión de licencias de conducir, pasaportes y otros no menos importantes.
Tampoco causa espanto afirmar que la administración financiera del Estado, ha dado un giro de 180 grados en los últimos 20 años, y de que existen buenas prácticas en cuanto a procesos de compras y contrataciones de bienes y servicios. Otros ejemplos de avance lo constituyen el sistema de cobro de impuestos y la centralización de los fondos públicos mediante el establecimiento de la cuenta única del Tesoro.
Por igual, no se ha da extrañar que exista un alineamiento a nivel de las entidades del Gobierno en lo relativo a la gestión de los recursos humanos, la planificación y el acceso a la información pública. En el mismo sentido, se puede valorar la aprobación de la Ley de Función Pública, la de Regulación Salarial del Estado dominicano y el establecimiento del Sistema de Monitoreo de la Administración Pública.
Otro logro que no se desdeña, y que también es referido por el ministro de Administración Pública, es el avance que se muestra en la gestión de los gobiernos locales, algunos de los cuales se destacan ya por la calidad de sus procesos y procedimientos, por el cumplimiento de sus planes y por la agilidad de los servicios que prestan a sus munícipes. De hecho, se dice que “ya –en los cabildos- no pueden estar todas las documentaciones y facturas en fundas negras como estaba anteriormente”.
Sin lugar a dudas, se reconoce que el Estado dominicano ha avanzado en cuanto a organización institucional, evidenciándose mejoras fundamentales en diferentes ámbitos de la gestión gubernamental. El problema de todos estos logros, sin embargo, es que quedan opacados por la corrupción y la impunidad, flagelo que se gestiona solo y que no parece tener límites ni control. Otro problema vinculante, es que esa corrupción parece parte del propio sistema, y también se estructura y organiza para no ser descubierta.