Las estadísticas de la Dirección General de Aduanas (DGA) indican que en los primeros siete meses de este año las exportaciones dominicanas totales suman US$5,056.7 millones, lo cual indica un crecimiento de apenas 1.7% al compararse con los US$4,971.8 millones exportados en enero-julio de 2016.
Algunos datos llaman la atención: por ejemplo, el 47.9% de nuestras exportaciones va hacia Estados Unidos, mientras que el segundo país de destino es Haití, con un 10%. Es decir, prácticamente el 58% de las exportaciones de República Dominicana va hacia Estados Unidos y Haití.
Pero en lo que va de este año las exportaciones dominicanas hacia Estados Unidos apenas crecieron 2.5%, mientras que las ventas a Haití llevan un crecimiento de sólo 2.7%. En este último caso hay que tomar en cuenta que la recuperación es muy baja, si se toma en cuenta que las exportaciones hacia Haití se cayeron en -21% el año pasado en comparación con 2015.
Otros aspectos son los relativos a la influencia de las exportaciones de zonas francas en el total de ventas al exterior. Cuando se analizan las exportaciones nacionales se tiene que los valores de ventas a Haití superan los de Estados Unidos, ya que el grueso de las ventas nacionales hacia la nación del norte es de zonas francas, no de bienes locales.
Pero el motivo de este artículo es en relación a la poca capacidad que han tenido los productores nacionales para conquistar mercados que permitan alcanzar niveles más elevados de ventas en el exterior.
Incluso, República Dominicana lleva varios años con exportaciones que oscilan entre los US$8,000 millones y los US$9,000 millones, sin que se haya logrado siquiera alcanzar los US$10,000 millones en exportaciones totales. Esto es incluyendo las nacionales, las de zonas francas y otras añadiduras como las reexportaciones.
Cada vez que se hace referencia a la limitada actividad dominicana en el mercado exterior, surgen diversas opiniones que no solo se refieren al gran potencial exportable que tiene el país, sino al hecho de que aparentemente el apoyo gubernamental es muy reducido.
Eso puede ser verdad, pero lo que no deja de ser también una realidad es que los sectores productivos se han acomodado en los elevados niveles de rentabilidad que le genera el mercado nacional con base en la comercialización de productos importados y sin asumir los esfuerzos y complicaciones que implica la producción nacional y la conquista de nuevos mercados.
Exportar no es fácil y, además, es mucho más difícil luego mantener al cliente externo que se dispone a comprar la mercancía en cuestión. Eso sin contar los requisitos internacionales, las normas de calidad de los productos, de los empaques, las políticas de precio y de puntualidad en la entrega, la logística aduanal nacional y en el país o países de destino. A todo eso se agrega la competencia con otros países similares que pudieran tener más facilidades y entonces desplazarnos como ofertantes de determinados bienes.
Sin embargo, todos esos esfuerzos y tensiones son al final altamente satisfactorios, no solo por la rentabilidad que ofrece el hecho de producir un bien determinado en pesos y luego venderlo en dólares, sino también por el hecho de que al hacerlo se contribuye con el desarrollo socioeconómico del país, ya que se generan empleos, se contribuye a la reducción de la pobreza, a la mejoría de calidad de vida de familias enteras y al desarrollo del país en sí mismo con la generación de divisas y el pago de impuestos.
Exportar cada año cerca de US$10,000 millones puede verse como insuficiente si se toma en cuenta que estamos prácticamente estancados en los últimos años, pero a la vez es digno de observar para darnos cuenta de que no nos falta capacidad para exportar, lo cual indica que se puede vender más, que se pueden ampliar mercados y conquistar nuevos.
Lo anterior se puede lograr con una inyección de voluntad política de parte del Gobierno para impulsar a los sectores de vocación exportable; pero debe ser algo con responsabilidad, que implique el debido sacrificio de los beneficiarios y las debidas reglamentaciones con todo un régimen de consecuencias y de rendición de cuentas por los incentivos a recibir. Es un esfuerzo de doble vía…