[dropcap]C[/dropcap]onstruir erróneamente un portafolio de inversión demasiado diversificado, implica que el porcentaje asignado a cada instrumento de inversión sea muy poco como para aportar valor al portafolio y, por ende, el impacto que tiene en el comportamiento de la cartera resulta mínimo. Por ejemplo, podemos realizar un fantástico trabajo eligiendo una acción con tremendo potencial de revalorización, pero si sólo asignamos un 2% en este activo, aunque tenga un excelente rendimiento –asumamos del 25%–, el impacto en la rentabilidad final será de tan sólo un 0.5%.
Es aún más fácil diversificarnos demasiado si incluimos instrumentos de inversión colectivos en nuestra cartera. También existe la posibilidad de que se dupliquen algunos de los activos que formen parte del fondo de inversión, aumentando la concentración y el riesgo total de nuestro portafolio.
A veces, creemos que estamos diversificándonos, cuando en realidad estamos asumiendo una exposición innecesaria que podría reducir significativamente la rentabilidad total del producto financiero.
Es muy importante analizar detenidamente si la concentración en algunos instrumentos de inversión resulta o no viable y asegurarnos que los fondos que elijamos tengan una estrategia bien definida y sigan objetivos específicos, alineados a sus metas financieras, ya sean a corto, medio o largo plazo.
Debemos tomar en cuenta que tener en un portafolio muy diversificado complica el monitoreo del mismo y podríamos pasar por alto riesgos, que posiblemente hubiéramos visto si tuviéramos menos instrumentos de inversión. Además, los comisiones y otros costos podrían subir de forma muy marcada, disminuyendo nuestra rentabilidad.
En fin, hemos visto que invertir en más productos de los necesarios resultaría contraproducente, y en la mayoría de los casos, sacrificamos rentabilidad por desconocimiento. Por esto último, resulta vital conversar con su asesor financiero.