[dropcap]U[/dropcap]no de los indicadores que se utilizan para medir el nivel de desarrollo de un país es el ingreso per cápita, el cual señala lo que hipotéticamente recibe cada habitante del pastel del producto bruto interno. Así, se supone que mientras más alto es el ingreso medio, mayores niveles de desarrollo debería tener un país y en mejores condiciones materiales estará su población.
Se sabe, sin embargo, que esto es teóricamente pues, en la práctica, no existe una distribución igualitaria de los beneficios del crecimiento económico, por lo menos en los países subdesarrollados y que tienen un ingreso promedio relativamente bajo.
Para situarnos en el escenario, se puede observar que, al 2016, Bahamas es el país de América Latina que tenía el ingreso per cápita más alto con 20,684 dólares por habitante, colocándose como una nación de ingreso medio alto, en tanto que Haití presentaba el per cápita más bajo con unos 738 dólares por personas, siendo un país de ingreso bajo.
República Dominicana, de su lado, tenía un ingreso por habitante de 6,527 dólares, lo que la coloca como un país de ingreso medio, que está en proceso de desarrollo y que no necesita de ayuda externa para alcanzar su bienestar colectivo.
Lo anterior, sin embargo, conduce a lo que se ha denominado como una de las trampas del ingreso medio, en la cual han caído muchos países que, dada la expansión de su PIB, han desarrollado la ilusión de que son países que han abandonado la pobreza. Es como si todos, al unísono, nos creyéramos una mentira y nos comportáramos, ilusoriamente, como ricos.
Esto ha hecho que la cooperación internacional no reembolsable se aleje de República Dominicana, y dejemos de percibir millones de dólares procedentes de la Unión Europea, Estados Unidos y Asia, en términos de ayuda al desarrollo.
El tema se complica aún más pues el crecimiento económico y la estabilidad macroeconómica de los últimos años ha llevado a pensar que nos podemos endeudar sin control, pues tenemos capacidad de repago de cualquier deuda, lo que es otra trampa del ingreso medio. Pero la realidad es que en República Dominicana persisten niveles de pobreza preocupantes, con una cantidad de indigentes que crece en la medida en que la inmigración haitiana aumenta.
En tanto, la deuda pública continúa su curso, llegando casi a lo que se ha denominado como el umbral de riesgo, en tanto nosotros somos felices de que nos ubiquen como un país de ingreso medio alto.