[dropcap]S[/dropcap]i pasamos balance para determinar cuántas veces hemos visto jornadas de limpieza para sanear la playa Güibia, créanme, no llegaremos a un resultado exacto. ¿Cuántas veces hemos visto empresas de todo tipo y género; instituciones del Estado, organismos internacionales y familias particulares hacerlo?
Hemos sido testigo de muchas actividades patrocinadas por gremios empresariales para concienciar a la población y a las autoridades sobre la necesidad de proteger nuestro medio ambiente. Las empresas, incluso, destinan millones de pesos en el patrocinio de programas y fundaciones con el propósito de cuidar nuestro ecosistema.
¿Y qué sucede? Nada. El espacio que ha sido sometido a limpieza dura más limpiándose que el tiempo para volver a estar igual o peor que antes. Las orillas de nuestras playas y ríos, y lo que sucede en Güibia es un referente, parecen verdaderos vertederos de basura.
El mar y los ríos parecen excretar los plásticos y todo tipo de desechos, como una señal de que aún los dominicanos no interpretan fielmente la señal: que no le echen más basura.
Lo único hermoso de todo esto es la disposición de ciudadanos sensibles y de empresas que han entendido que algo hay que hacer para no dejarnos arropar por la basura. Güibia, pensándolo bien, es el reflejo del irrespeto que la mayoría tiene hacia nuestros recursos naturales.
Santiago, San Cristóbal, San Pedro de Macorís, Santo Domingo, Puerto Plata, San Francisco de Macorís, La Vega y otras provincias con ríos en sus zonas urbanas son una prueba de esta fea y cruda realidad. Las empresas han dedicado capítulos sólo para limpiar sus áreas de influencia y no porque sean ellas las que ensucian, sino porque un entorno asqueroso también les afecta.
Aquí podríamos decir que esto se resume en dos causales: educación y falta de consecuencias para quienes irrespetan el medio ambiente. La autoridad baila en toda esta fiesta de mal gusto.