[dropcap]S[/dropcap]eguro los que le dan seguimiento a la política de endeudamiento de los gobiernos, no sólo el de República Dominicana, sino de otras naciones, han notado la creciente inclinación por los bonos soberanos en lugar de otros sistemas de financiamientos.
La razón es sencilla. Los bonos soberanos son un instrumento de captación de dinero fácil y rápido, con la ventaja de que su uso no tiene supervisión de parte de quien desembolsa los fondos y el pago de capital se puede hacer a vencimiento y no de forma amortizada.
Por ejemplo, si un gobierno le toma un préstamo de 500 millones de dólares a un organismo financiero externo como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BM) o cualquier otro ente crediticio como un pool de bancos internacionales, lo primero que tiene como requisito es presentar un proyecto viable y creíble referente al destino que tendrían esos fondos.
Otra situación es que previo a la aprobación del financiamiento en el Congreso Nacional, el Gobierno necesitaría que el organismo internacional apruebe en su directorio el crédito solicitado. Asimismo, una vez aprobado, el acreedor comenzará a hacer los desembolsos de forma escalonada, con un seguimiento estricto al complimiento de las normativas existentes en el país y en el resto del mundo relacionado al proyecto en cuestión.
Si llegara a registrarse cualquier violación de las normas o alguna situación adversa relacionada con el proyecto, entonces los desembolsos se detienen. Eso sin contar que la amortización del crédito se debe hacer desde que comienza el período de pago, incluyendo capital e intereses.
Todo lo antes mencionado obliga al Gobierno a ser mucho más transparente y respetuoso de la institucionalidad del país para poder aprovechar un préstamo de un organismo internacional con tasa de interés baja y condiciones blandas de pago. Sin embargo, de todas formas, el desembolso es lento, no completo de inmediato y tiene el riesgo de ser suspendido.
Pero con los bonos es distinto. Si bien se trata de un método de financiamiento relativamente más costoso, porque generalmente las tasas de interés son más altas, tiene la ventaja de que una vez aprobada la autorización de la emisión por parte del Congreso Nacional, el Gobierno puede disponer esa colocación en el momento en que lo crea conveniente.
Si al hacer la colocación logra el interés de inversionistas por el monto ofertado o más, puede que consiga colocarlos a una tasa de interés más baja, siempre con la previa seguridad de que hay garantías de estabilidad macroeconómica y solvencia probada del Estado emisor.
Lo bueno es que si la emisión es, por ejemplo, de 500 millones de dólares, el dinero es entregado de inmediato, no en forma escalonada y sin condicionalidades previas que pudieran implicar su suspensión.
Otra ventaja es que si se trata de una emisión a 15 años, el Estado solo pagará la tasa de interés acordada en los plazos establecidos (mensual, trimestral, semestral, anual), mientras que el capital se salda al vencimiento. En este caso, al cabo de 15 años.
Los bonos también le permiten al Estado que los recibe disponer de la inversión en forma discrecional, con base en su conveniencia y sin supervisión estricta de ningún órgano externo, por lo que no se requiere de una transparencia 100 por ciento efectiva, ni de gran fortaleza institucional.
Como se trata de dinero que entra rápido, completo y sin la amortización de capital durante la vida del bono, para los gobiernos resulta mucho más cómodo endeudarse de esta forma que mediante la negociación con organismos crediticios internacionales que exigen el seguimiento constante del destino de los recursos.
En el caso de República Dominicana, el Gobierno debe evitar que haya inestabilidad en la macroeconomía, así como en la inflación y la tasa de cambio, pues cualquier alteración indeseada en esos renglones pondría en peligro la calificación del país y eso obstaculiza la fácil emisión de bonos o la colocación con tasas de interés aceptables.
En cualquiera de los casos, desde esta columna siempre abogaremos por una menor tendencia al endeudamiento y mayor esfuerzo por mejorar los ingresos para desacelerar la práctica de cubrir déficit con préstamos.