[dropcap]L[/dropcap]os dominicanos han demostrado ser un pueblo persistente. No confundamos este concepto con terquedad. Tampoco pretendo que alguien pueda relacionarlo con un exceso de esperanza.
¿A caso la gota de agua es terca porque con el paso del tiempo, sin desmayar, logra hacerle un hoyo a la piedra? No. Hubo de pasar dos cosas: la piedra no se quitó o la gota de agua no cedió, o sea, fue persistente.
¿A qué viene el introito? En este tiempo en que la opinión pública es testigo de los reclamos de la población respecto a la necesidad de que en República Dominicana funcione un régimen de consecuencias, en el que el ordenamiento jurídico sea la referencia para la sociedad, se impone una dosis alta de persistencia.
¿Quién es la gota y quién es la piedra? De un lado está el Gobierno, que defiende a rajatablas que actúa con transparencia, y del otro están los que niegan en todas sus partes la alegada correcta actuación de quienes dirigen el Estado. Cabe recordar aquí la pregunta que forma parte de este párrafo.
Lo que sí parece, a juzgar por lo que ha sucedido con la actitud de la piedra y de la gota de agua (usted sabrá quién es quién), que ninguno de los dos cederá en sus posiciones. Entonces, ¿qué habría que suceder? Fácil: se impondrá la persistencia.
De un lado están los que tienen el poder; del otro, aquellos que alegan que hay un mal uso del poder. Todo indica, según esta premisa, que quien tenga la mayor capacidad de resistencia (perdón, de persistencia) será el vencedor.
Está muy explícito el panorama: cada quien defiende lo que cree. Lo único que no se ve definido es quién ganará la batalla.
Sin embargo, es recomendable un consejo a ambas razones (porque cada quien tiene sus justificaciones) en el entendido de pensar en lo que se deja como legado. Las próximas generaciones sabrán evaluar los resultados de este proceso tan vital para lograr el país que se merecen unos y otros.