[dropcap]E[/dropcap]l caos en el tránsito en la ciudad de Santo Domingo, parecería ser un resultado más de la crisis de ansiedad que han vivido los dominicanos desde la aparición en el escenario del caso Odebrecht. Esta crisis, promovida, impulsada y alimentada por un mundo mediático muchas veces irracional, y casi siempre asalariado, amenaza hasta la salud del más sano de los dominicanos.
El morbo, obviamente, también ayuda bastante a crear un clima de tensión que se visualiza en escenarios como las escuelas, las empresas, entidades del gobierno, peñas privadas y lugares de diversión.
Esto se alimenta, aun más, con el zigzagueo evidente de una Procuraduría General de la República que se ha convertido, por su rol y funciones, en el centro de atención de la sociedad, pero también en el hazmerreír de cuantos entienden que la dilación en la publicación de los nombres de los sobornados, es parte de una estrategia política que consiste en esperar a que pasen los nueve días y se olvide al muerto.
Mientras tanto, el desasosiego crece en calles y callejones, un barco corre por la avenida del Puerto, y un recién convertido a adulto derrama toda su rabia sobre una pequeña niña que verá retrasado su proceso de enseñanza, debido a una golpiza.
Pero el caldo de cultivo que promueve la ansiedad de los dominicanos se nutre también de lo que está ocurriendo en Brasil, Venezuela y los Estados Unidos. Ahora estamos atentos a cuanto se dice en portugués, no por Lula ni por Temer, sino pendiente a que se zafe un nombre de esos ligados al sector construcción en Dominicana. De su lado, Maduro se ha encargado de mantener en vilo a toda Latinoamérica, contribuyendo, de manera muy eficiente, a generar distorsiones en los mercados laborales en los países hacia donde han tenido que emigrar millones de venezolanos, incluyendo República Dominicana.
Por otra parte, el caso de Trump en Norteamérica, y las posibilidades de que este sea interpelado y destituido, genera una ansiedad adicional a los dominicanos de aquí y de allá, pues se ven amenazadas las remesas y, claro está, el consumo de los que las reciben.
En la medida en que todo eso ocurre, una gran cantidad de políticos dominicanos, sobre todo aquellos vinculados a negocios estatales, están contando las horas y los minutos para ver si su nombre no aparece en la lista de los sobornados, y cruzando los dedos para que Alicia, y no específicamente la del País de las Maravillas, no los llame. Los verdes, ganadores por adelantado de esta batalla, se frotan las manos mientras reafirman NO A LA IMPUNIDAD.