[dropcap]N[/dropcap]arra la Biblia, en el segundo libro del Pentateuco, el Éxodo, sobre la existencia de diez plagas o calamidades sobrenaturales que estarían afectando a los egipcios por no obedecer el mandato de Dios de dejar partir a los hebreos, de modo que estos pudieran adorar a su creador libremente.
Todo empezó con la demanda de Moisés y Aarón ante el faraón, quien, aun con la advertencia simulada en un hecho concreto de la vara convertida en serpiente, se negó rotundamente a acceder a la voluntad de Dios. A partir de ahí todo es historia; diversas plagas invadieron en determinados momentos a Egipto y mostraron la fuerza inmisericorde del Todopoderoso.
Sin embargo, el hombre parece no haber aprendido la lección, pues cada vez más hace caso omiso a los designios del Señor y se muestra atraído por el Dios Baco, en algunos casos, mientras en otros van detrás de Mammón, el Dios de la riqueza material deshonesta y desmedida que se apasiona con la abundancia de dinero.
Todo este relato viene a cuento por el hecho de que, durante estos días de Semana Santa, reflexionamos profundamente sobre las calamidades que padece República Dominicana, muchas de las cuales se han convertido en peligrosas plagas que atentan contra el bienestar de los ciudadanos.
Sin que sean una réplica de las diez plagas de Egipto, pues por más faraones que hayan pasado por el tren gubernamental, ninguno ha sido tan estúpido como para enfrentar a Dios, parecería que los males que nos aquejan constituyen el fruto de nuestro comportamiento aberrante, de espaldas a lo que hubiera querido nuestro Señor Jesucristo.
Una primera plaga es la delincuencia, la que, según algunos, viene como respuesta de una juventud sin oportunidades, pero también de un afán de posesión monetaria sin que medie el trabajo como justificación.
El caos en el tránsito es otra plaga maldita que espanta a criollos y extranjeros. La basura, de su lado, avanza sigilosa amenazando con destruir la salud colectiva de los ciudadanos, mientras alcaldes y capitalistas se debaten entre los precios y los sobornos.
La deuda pública, como espada de Damocles, es una plaga que pende sobre el futuro de la economía, mientras otra plaga, la indiferencia de los ciudadanos, a excepción de los verdes, anima a que todo siga como va.
Pero tres plagas se colocan como las más peligrosas: la evasión fiscal, la corrupción administrativa y los políticos corruptos. No sabemos a cuál de las tres sería más factible cortarle la cabeza para que podamos avanzar en el desarrollo, pero lo que sí es claro es que este país tiene que resucitar.