Productividad y competitividad son dos conceptos que van de la mano. Es más, podría afirmar que uno no puede existir sin el otro. Producir más, pero de manera eficiente, es lo mismo que competitividad, y viceversa.
¿Cuánto puede rendir (o producir) un trabajador que llega nervioso a su lugar de trabajo porque en el camino desde su casa pasó varios sustos por la incertidumbre a ser asaltado por un delincuente común? Sucede todo lo contrario si ese mismo trabajador llega relajado, seguro, tranquilo y con la certidumbre de que al regresar a su casa, sin importar la hora, no tendrá ninguna dificultad relacionada con la inseguridad.
República Dominicana está obligada a mejorar sus niveles de productividad con el propósito de ser más competitiva. Sin embargo, resulta imposible lograrlo en un contexto en el que los ciudadanos viven y caminan asustados por cualquiera de las calles dominicanas.
Sin exagerar, y se puede comprobar con cualquier mortal común que transite sin seguridad ni flanqueadores, hay una paranoia, es decir, un miedo colectivo a ser afectado por cualquier desalmado.
Un país no puede progresar si está arropado por el miedo. Sólo hay que pasar revista a la cantidad de acciones preventivas que toman los dominicanos para evitar ser víctimas de los delincuentes.
No se sabe qué da más miedo: si tirar “la guardia” a las calles o los delincuentes. ¿Por qué? Estos operativos coyunturales y aparatosos no hacen más que colocar en la psiquis de la gente que “estamos en un estado de sitio”, es decir, como si quedaran suspendidas las garantías constitucionales y sólo las fuerzas armadas están en capacidad de imponer el orden.
De lo que sí podemos estar seguro es que si funcionara la justicia, que es lo mismo que el régimen de consecuencias, no hubiera tantos delincuentes armados y desalmados andando por nuestras calles con capacidad suficiente para arrancarle el alma a cualquiera.
Este panorama indica, claramente, que para ser competitivo y producir más es necesario vivir en un ambiente tranquilo, seguro y humano.