[dropcap]E[/dropcap]l Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep) ha calificado el servicio de transporte como denigrante, pobre y agresivo; de muy mala calidad y, además, cargado de violencia. Particularmente creo que los empresarios se quedaron “chiquitos”.
El transporte de pasajeros (y hay que incluir el de carga) no sólo es la actividad más denigradora de la condición humana, sino que está plagado de una relación turbia entre quienes dirigen los sindicatos y los “infelices” choferes que cargan con la responsabilidad de la imagen del sector.
Es penoso, y debería agregársele el calificativo de olímpico, ver cómo hombres (y algunas mujeres) se ven afectados por la inconciencia (abusiva) de quienes se erigen como líderes y representantes de este sector de la economía.
Puedo afirmar que el Conep se quedó “chiquito” porque quizá habría que inventar un nuevo calificativo para tratar de describir el desorden que impera en un servicio tan importante como es el de transporte. Con tan solo ver la forma en que operan los sindicatos y organizaciones chantajistas, sin importar quien esté al frente del Estado, es una razón más que suficiente para haber aplicado profilaxis en todo el sentido amplio de la palabra.
República Dominicana no se merece un servicio tan malo, caro, denigrante y que llena de vergüenza a una economía que, supuestamente, ha crecido por encima del promedio de la región en los últimos años. Si hay una variable que no cuadra aquí es justamente la pésima condición en que se ofrece este servicio.
Es más, yo sería capaz de invitar a los empresarios (a todos) a que hagamos ciencia social en el campo de investigación y que nos montemos un día en cualquiera de los vehículos que suplen las rutas urbanas en la capital. Los invito a “coger un concho” para que vean que se quedaron “chiquito” al calificar de denigrante este “des-servicio” que reciben los dominicanos. En el plan también invitaría a los funcionarios del Gobierno relacionados con este sector, a fin de que ellos vean si realmente ha valido la pena otorgar miles de millones de pesos a subsidiar un servicio que no da visos de mejoría.
La revisión debe ser completa en el sector transporte. Los sistemas de rutas sólo deberían ser para autobuses de una cantidad mínima de pasajeros hacia arriba. Un carro o vehículo deteniéndose en cada esquina a tomar y dejar pasajeros sólo sirve para provocar taponamientos y dificultar la movilidad urbana. Los vehículos de cuatro y cinco pasajeros no fueron diseñados para cubrir rutas específicas. Bien pudieran utilizarse como transporte público a través de licencias de operación, pero sin rutas específicas.
Si hay voluntad y el Gobierno no vuelve a dejarse chantajear por estos negociantes del transporte, que sólo han demostrado incapacidad para ofrecer un servicio de calidad, habrá una solución. Pero debe ser ahora. Hay que cortar ahora el contubernio (mezclado con corrupción) que sólo ha hecho frenado una solución definitiva de esta crisis vergonzosa. ¡Ahora es, Danilo!