[dropcap]V[/dropcap]uelve a cernirse sobre la mesa de discusión el tema del ajuste del salario para servidores públicos. En este caso, los médicos. Aunque otros gremios profesionales exijan ajustes, pero son los médicos los que más ruido causan. Este es un tema recurrente, en una economía de ingresos frágiles y donde los profesionales siempre exigen más.
Ahora bien, ¿cuál es el problema con el tema salarial? Que se le da un matiz político y no económico. El salario es el precio del trabajo. Responde a variables del mercado, no a un antojo de un empresario o gobierno, en fijar un monto específico para quien ejerce una función. Como empleados, las personas son unidades de producción y cada unidad de producción, para generar beneficios, genera costos.
El salario es la paga a la función, no a la persona. Si no tomamos en consideración el nivel de productividad de las personas, es difícil hacer reajustes salariales, cónsonos con el dinamismo del mercado. Todo queremos ganar más, pero a veces, Deseo y Realidad se contraponen.
El tema aquí es cómo alcanzar un equilibrio entre la productividad del servidor público y su nivel de ingresos. Ese es el punto.
No decimos que los servidores públicos ganan bien, pero si continuamos festinando un tema tan importante como el salarial, para poder complacer sectores, nos convertiremos en una economía ineficiente en producir lo requerido, para poder pagar los talentos necesarios.
Un buen nivel salarial debe venir determinado con la evaluación del personal óptimo que requieren las funciones públicas, basado en productividad, competencias desarrolladas y demanda social.
Debemos hacer un inventario de los talentos que requiere la función pública (mi enfoque en el sector público, pues el sector privado hace su tarea para determinar, la planilla laboral que cada empresa necesita para ser eficiente) y así establecer escalas salariales, a partir del mínimo, tener un parámetro del nivel de remuneración que deben tener esos servidores.
Debemos proponernos como tarea alcanzar la eficiencia del Estado, no vista como un Estado benefactor y protector, sino como un Estado capaz de producir lo mejor, en un escenario justo, equilibrado, ajustado a los conceptos elementales del mercado.
Si no lo hacemos de esa manera, no tendremos una nación con altos niveles de competitividad. Ganar bien, en muchas ocasiones, no garantiza obtener los mejores resultados. Se tiene que repensar el modelo. Como decía Alvin Toffler: “Desaprender, para reaprender”; ése es el punto.