[dropcap]E[/dropcap]l director general de Impuestos Internos, Magín Díaz, ofreció un discurso histórico ante la matrícula de la Cámara Americana de Comercio, un escenario con el suficiente poder de influencia para plantear la necesidad de un sistema tributario equitativo, eficiente y suficiente. Y lo hizo bien. Su primera presentación ante la opinión pública fue sin desperdicio. Cada sílaba tenía significado propio.
Delineó los principales problemas que erosionan la base del sistema tributario, haciéndolo inequitativo, ineficiente e insuficiente y puso en evidencia las prácticas de segmentos empresariales que desvirtúan la fiscalidad, aprovechado ciertos “agujeros” y el gran paquete de exenciones vigente en República Dominicana. Las interpretaciones no se hicieron esperar.
Díaz tomó el escenario no sólo para presentar los planes de fortalecimiento institucional y técnico de la DGII, sino que dejó bien establecido a qué llegó al cargo, responsable de más del 70% de los ingresos del Estado. Llamó a una cruzada o lucha contra la evasión fiscal, concatenándolo con una obligación moral y de justicia social que constituye un reto para todos los dominicanos.
“El país no espera menos. Cuento con ustedes”, expresó dirigiéndose a los empresarios presentes en la actividad.
El Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES) también se ha referido al tema, calificando el régimen tributario que impera como complicado, injusto y desigual, que incentiva el desempleo y la informalidad; resulta incómodo para la administración tributaria y dificulta el cumplimiento de las obligaciones de los contribuyentes.
“Así como la corrupción es un crimen, pues desvía recursos públicos que pudieron haber sido invertidos en mejorar las condiciones de vida de la población, la evasión fiscal también lo es. Y muchos dominicanos han hecho de la evasión impositiva uno de sus deportes favoritos”, proclamó el director general de la DGII.
Por supuesto, Díaz sabe que la evasión, un resultado directo de la corrupción, tanto dentro como fuera de la entidad recaudadora, debe combatirse desde diferentes frentes: tecnología, mejores condiciones laborales, controles estrictos y con sanciones que causen no sólo el repudio de la sociedad, sino penas más severas.
El director de Impuestos Internos también sabe que el alto grado de informalidad de la economía es otra de las variables que se interponen en que haya una presión tributaria más acorde y real.
En cuanto a la inequidad del entramado tributario, no es un secreto que el anticipo del Impuesto Sobre la Renta se ha convertido en una barda difícil de saltar para muchas pequeñas y medianas empresas, las cuales prefieren cerrar u operar en la clandestinidad. El famoso “anticipo” es odioso, molestoso y afecta el capital de trabajo de las empresas.
Para acabar con la evasión es preciso asumir un compromiso colectivo. Empresarios, autoridades, medios de comunicación y la población en sentido general deben entender que tributar, aunque sea impuesto, es para garantizar servicios básicos de calidad. Sin embargo, quienes administran los ingresos producto de los impuestos también deben entender que deben ser responsables, transparentes y equitativos.
Posiblemente no es necesario hablar ni discutir un pacto fiscal, como lo establece la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, sino alcanzar un nivel de conciencia ciudadana en grado superlativo, en el que cada quien asuma su rol. Si la evasión está en 26%, según la última medición, entonces no hay que hablar de reforma fiscal, sino, más bien, de reforma moral. Y todo indica que es posible.
El presidente del Conep, Rafael Blanco Canto; el ministro de Energía Minas, Antonio Isa Conde; y otros líderes de diversos sectores apoyan al director de Impuestos. Ya es hora, entonces.