[dropcap]E[/dropcap]l Gobierno sacó de entre la mugre a cientos de familias cuyas viviendas estaban, literalmente, nadando en las asquerosas aguas del río Ozama. La inmundicia era el diario vivir de los habitantes de La Barquita.
El hacinamiento en que subsistían era, sin lugar a duda, un panorama indescriptible desde el punto de vista humano. Parece que habían creado anticuerpos y eran, en la práctica, inmunes a la muerte.
¿Qué sucede ahora? El proceso de adaptación a en La Nueva Barquita ha sido difícil. Y parece que no será una tarea fácil para sus habitantes.
La costumbre de vivir entre el lodo era ley. Ahora están en un ambiente que les ofrece calidad de vida, que es más humano, organizado de acuerdo a las condiciones básicas para desarrollarse como sociedad; con más seguridad y sin el sobresalto de que el río los despierte a medianoche.
El reto ahora es hacerlos entender cómo vivir en comunidad.