[dropcap]D[/dropcap]e nuevo se coloca sobre la mesa la posibilidad de una reforma fiscal, que en este caso sería un Pacto Fiscal, contemplado dentro de la Estrategia Nacional de Desarrollo (END), que en su artículo 36 establece que el mismo estará “orientado a financiar el desarrollo sostenible y garantizar la sostenibilidad fiscal a largo plazo, mediante el apoyo sostenido a un proceso de reestructuración fiscal integral y el marco de una ley de responsabilidad fiscal que establezca normas y penalidades para garantizar su cumplimiento”.
Eso, en teoría, suena muy bien. Ahora vámonos a lo pragmático. El abordaje de una reforma o pacto fiscal trasciende el tema impositivo. A nuestro juicio, toca un elemento fundamental para lograr su consecución: confianza.
Confianza, pues es difícil hablarle a la gente de una reforma fiscal si cada cierto tiempo (regularmente cada cuatro años) nos vemos en la necesidad de reformar nuestras leyes tributarias, con el objetivo de obtener más recursos que, en muchos casos, la administración de estos recursos no contribuyen a una mejoría en la calidad de vida de los contribuyentes.
Es complicado convencer a los contribuyentes de que necesitamos más recursos económicos, cuando tenemos un Estado grande e inefectivo y una economía basada en subsidios.
Soy de los que considera que para lograr un sistema fiscal eficiente se requiere identificar qué tipo de economía queremos tener en los próximos 20-30 años y de ahí establecer la nueva fiscalidad que regirá esa economía.
Creo que no amerita, aunque lo establezca la END, arribar a un pacto, pues nosotros poseemos un Código Tributario que lo único que necesita es ser aplicado apegado a sus artículos y adecuado a los tiempos económicos que vivimos y que vive el mundo.
A nuestro juicio, la formula es simple: El Gobierno debe administrar de manera efectiva los recursos recaudados, basado en justicia fiscal y los empresarios (me incluyo) pagar lo que nos corresponde.
Los esfuerzos deben ir enmarcados en recuperar la confianza y esperanza de una población, que se siente agobiada por los impuestos y que no se cree la versión que para hacer este pacto no necesitamos crear nuevas figuras impositivas.
Recuperemos la confianza y luego hablemos de pacto. No hay prisa.