El pasado domingo 18 agosto, el economista Miguel Ceara-Hatton a través del periódico digital ACENTO, publicó un artículo titulado “Desigualdad y Pobreza: Una respuesta al Banco Central” en la que una vez más intenta demostrar que el crecimiento económico en los últimos doce años (2000-2012) no se refleja en una reducción de la pobreza, tratando de responder los planteamientos externados en nuestro artículo publicado en Página Abierta “Algunas Consideraciones sobre la Situación de la Pobreza en el País”
Lo primero es que nos complace sobremanera que Ceara-Hatton en su amplio y enjundioso documento se haya beneficiado con nuestras observaciones y que lo motivaran a ampliar algunas de sus reiteradas ideas, que en definitiva siguen sustentadas en planteamientos aislados. De forma particular, este colega comparte nuestro planteamiento de que “los programas de asistencia social” ejecutados por el Gobierno Dominicano “tienen un impacto en la población en extrema pobreza ”, a la vez que está de acuerdo con nuestro argumento de que “el porcentaje de la pobreza en el país presenta una resistencia a la baja que parece estar asociada al estancamiento en los salarios reales mínimos de los trabajadores dominicanos”; agregando que “el precio de ajuste de las ineficiencias de la economía dominicana ha sido el salario” y que “bajo diferentes lógicas de acumulación, el bajo salario ha sido una constante y precondición de las actividades dinámicas”.
Sin embargo, sin ánimo de hacer de este tema una polémica extensa, queremos insistir brevemente en el enfoque central de nuestro artículo, pues resulta crucial entender que para que la pobreza se reduzca en el tiempo se requiere la combinación de tres factores: crecimiento real y sostenido de la economía, ampliación de los programas focalizados de asistencia social y aumento en el tiempo de los salarios reales en la base de la pirámide social, es decir que los salarios mínimos sean ajustados anualmente no sólo por la inflación sino también por la productividad laboral, lo que contribuiría a lograr una mejor equidad social en el país.
Si uno de estos tres pilares no funciona adecuadamente, la reducción de la pobreza se torna gradual y más lenta. En otras palabras, un análisis cabal de la pobreza debe considerar estos tres factores de forma integral y no de manera aislada como lo presentó Ceara-Hatton, desde su punto de vista muy particular, limitando su análisis de la experiencia latinoamericana a comparaciones basadas en el crecimiento económico, sin tomar en consideración otros factores importantes, por lo que a nuestro entender, resultó incompleto.
Así, en el caso dominicano, se observa que el significativo crecimiento económico registrado en el período 2005-2012 que se tradujo en la creación de más de 800,000 empleos netos, combinado con el aumento creciente de las transferencias condicionadas y de asistencia focalizada que el Gobierno dominicano ha estado ejecutando, permitió que la pobreza general se redujera en 9 puntos porcentuales desde el nivel máximo alcanzado en 2004 hasta la fecha. Sin embargo, la misma no la logrado revertirse a los niveles pre-crisis, por la realidad irrefutable del estancamiento en los salarios reales mínimos.
Para que un país logre una recuperación plena de la pobreza, luego de experimentar una crisis inflacionaria y recesiva, se requiere que la pérdida de poder adquisitivo derivada de dicha crisis, sea debidamente revertida y compensada con aumentos proporcionales en los salarios nominales y que en adición les sea reconocido a los trabajadores (especialmente a los que devengan salarios mínimos) al menos una parte del incremento en la productividad media de la economía en los años de recuperación.
Como ha quedado evidenciado, este no ha sido el caso de la República Dominicana, ya que durante 2002-2004 los ingresos reales de los trabajadores cayeron en 35.5%, como consecuencia directa de la inflación acumulada de 103% en dicho periodo. Después de esta sustancial caída de los salarios reales promedio en su conjunto que se materializó durante tres años consecutivos, hubo una recuperación de 14.1% en los salarios reales en el año 2005, para luego permanecer prácticamente estancados en términos reales hasta el 2012, pese a que la productividad laboral media se ha mantenido aumentando.
En adición, Ceara-Hatton argumenta que “ni la crisis económica-financiera de 2003-2004 ni la crisis internacional son excusa para el pésimo desempeño en materia de reducción de pobreza y bienestar de la República Dominicana comparado con América Latina”. Pensamos que el hecho de que tantos dominicanos cayeran por debajo del umbral de la pobreza durante la crisis 2003-2004, no constituye una excusa, sino una realidad histórica palpable que no debe ser ignorada.
Contrario a lo planteado por Ceara-Hatton en su estudio donde se limita a comparar el inicio y fin del período 2000-2012, reiteramos que el número de personas en condición de pobreza en el país registró un máximo de 49.8% en 2004, alcanzando unos 4.4 millones de personas (un incremento de 1.8 millones en el número de pobres con respecto al año 2000); y que a partir de ese elevado nivel, unas 400 mil personas han logrado salir de la pobreza al cierre de 2012, mientras simultáneamente se produjo un aumento de 1.3 millones en la cantidad de personas no-pobres durante el periodo 2005-20012, todo esto en el contexto del aumento vegetativo de la población total de unas 900 mil personas en dicho periodo.
Estos resultados, evidentemente contradicen la historia relatada sólo parcialmente por este colega, quien de manera simple dice que “la población adicional que nació en el periodo 2000-2012 vivió en condiciones de pobreza y los no pobres permanecieron estancados entre el principio y el fin del periodo”, afirmación utilizada como uno de los principales argumentos de su estudio, y también ha sido ampliamente reseñada en los diferentes medios de comunicación.
A partir de los mismos números oficiales utilizados por Ceara-Hatton, la historia puede ser contada de una forma muy diferente utilizando el mismo gráfico de su exposición. No se necesita ser un experto para verificar, que a partir del año 2005, se ha producido una disminución de los pobres, producto del crecimiento económico y de los gastos focalizados, logrando que los no-pobres aumenten en 1.3 millones desde finales de 2004 hasta la fecha.
Por tanto esta historia ha sido relatada desde dos ópticas diferentes: En la versión incompleta contada por Ceara-Hatton todas las personas adicionales nacidas entre 2000 y 2012 vivieron en la pobreza, mientras desde nuestra óptica, relatando la historia siguiendo un orden cronológico, puede apreciarse que durante 2000-2004 la población pobre aumentó en 1.8 millones de dominicanos, para luego reducirse en el período 2005-2012 en 400,000 personas. Por tanto, el crecimiento de 1.3 millones de la población no-pobre mencionado anteriormente sugiere que, en términos netos, todo el crecimiento vegetativo de la población durante 2005-20012 (900,000 personas adicionales), así como la reducción lograda en la cantidad de pobres pobres están clasificados actualmente como parte de la población no-pobre. Esto resulta diametralmente opuesto a la versión ofrecida por Ceara-Hatton. Los números están ahí, es solo cuestión de interpretarlos en su justa dimensión. En otras palabras, la historia debe contarse completa, no a medias.
Por otro lado, para cuantificar el efecto del crecimiento de los salarios mínimos reales en la pobreza, procedimos a realizar una regresión con datos de panel para los países de América Latina y pudimos confirmar que, una vez tomados en consideración el impacto del crecimiento económico y de los gastos públicos focalizados en alivio de la pobreza (o controlando por estos factores, según el argot econométrico), los resultados muestran que un aumento de un 1% en el salario mínimo real estaría asociado a una disminución de alrededor de 0.16 puntos porcentuales en el nivel general de pobreza.
A modo de ilustración, si los salarios mínimos reales en la República Dominicana hubiesen crecido a un ritmo anual de 4.7%, similar al promedio ponderado de la región latinoamericana durante el periodo 2000-2012, el nivel general de pobreza sería inferior en aproximadamente 10 puntos porcentuales, conforme a los resultados econométricos, lo que nos hubiese situado en alrededor de 30%, prácticamente en línea con el promedio de pobreza de la región latinoamericana y por debajo de la pobreza relativa del año 2000 que exhibió República Dominicana.
Este tipo de análisis de corte econométrico representa una referencia útil, aunque los resultados de esta herramienta técnica no deben ser tomados como concluyentes o “al pie de la letra”. Naturalmente, este ejercicio resulta ser una mejor aproximación a la realidad que el análisis de las variables por separado usando criterios que podrían resultar arbitrarios. Por ejemplo, cuando el amigo Ceara-Hatton define “como una situación de crisis económica para los países de América Latina aquellos años en donde la tasa de crecimiento sea inferior a 0.5% por lo menos por dos años consecutivos” esta afirmación es técnicamente debatible, ya que cada país tiene su propia tasa de crecimiento potencial y este criterio no debería de ser utilizado de forma generalizada. En el caso dominicano la brecha del PIB con respecto al potencial (output gap) llegó a ser negativo en aproximadamente 8% del PIB en el punto más crítico de la crisis 2003-2004, conforme a algunas estimaciones del Fondo Monetario Internacional .
Obviamente que definiciones arbitrarias y subjetivas conducen a conclusiones técnicamente debatibles. La comparación a nivel de Latinoamérica realizada por Ceara-Hatton con la finalidad de contrastar el impacto del crecimiento económico sobre la pobreza con el caso dominicano dejó elementos fundamentales fuera del análisis, por lo que sus planteamientos resultan desde nuestra óptica incompletos e inconsistentes. Así, los países que han enfrentado crisis económicas severas, como la nuestra, y han logrado revertir la pobreza de forma más acelerada, lo han logrado por la combinación efectiva de los tres pilares. Tal es el caso de Brasil y Argentina como lo reseñamos en el artículo anterior.
Antes de concluir, queremos reiterar que para enfrentar de forma efectiva la pobreza dominicana, se requiere que el crecimiento económico y el fortalecimiento del gasto público social focalizado que exhibe el país sea complementado con una solución gradual y prudente del problema estructural del estancamiento de los salarios reales dominicanos, para lo cual se requiere del esfuerzo conjunto de todos los dominicanos con incidencia en la toma de decisiones tanto del sector público como del sector privado, lo que contribuiría a lograr de forma más acelerada una mayor equidad social en el país.